El pasado sábado 29 de julio, nos reunimos en el Liceo Celedón un grupo de amigos y familiares de Alfonso Jacquin Gutiérrez, fallecido en la toma del Palacio de Justicia en 1985 cuando hacía parte del grupo político M19, para darle un adiós definitivo después de 32 años en los que no sabíamos del paradero de sus restos. Una conmemoración que tenía que ver con el hallazgo de dichos restos –localizados por su hermana Lilia, quien los buscó desde el mismo día de ese holocausto–, consistentes en unos pocos huesos a los que debería darse una sepultura digna y lejos de todo aquel contexto que representó mucho dolor para sus familiares y para nosotros sus ‘boróderes’, como nos llamaba.
El viernes 28, en una ceremonia especial en un pequeño teatrino de la Corporación Colombiana de Teatro en Bogotá, eran velados sus restos, mientras, en forma paralela, se hacía una ceremonia en su ciudad de origen, Santa Marta, en el cementerio donde yace su madre, Delva Gutiérrez. Los restos de ‘El Pompo’, como lo llamábamos sus amigos que nos consideramos sus hermanos, yacen en la capilla del Colegio Mayor San Bartolomé en la cripta 430. Al lado, una obra de arte que contiene la cara del ‘bacán’ con su sonrisa de siempre, realizada por su hermana Josefina.
El sábado en el Liceo fue una ceremonia íntima entre personas muy cercanas a él y su familia, en la que tratamos de consolarnos mutuamente en este encuentro en el que teníamos como fin dejar salir las emociones para exorcizar de manera definitiva aquellas noches de tantos años en que las pesadillas sobre lo que pudiera haber pasado con su vida no permitían conciliar el sueño. Debíamos liberarnos, también, de los síntomas del trastorno de estrés postraumático que los terribles acontecimientos en los que perdió la vida sembraron en su familia y en los ‘boróderes’.
En la intimidad de la conversación entre ‘boróderes’, le dije que la guerra es cosa inútil, que solo sirve para alimentar egos individuales o colectivos, por lo que no compartía su decisión equivocada de irse con Mambrú para la guerra porque sé que no volverán. A cambio, prefería recordarlo en su otra vida como el ‘bacán’ que fue, y eso hicimos en el encuentro.
‘Bacán’, abogado, constitucionalista, cerebro privilegiado, lenguaje pulcro, discurso arrollador por lo coherente, lector de todo tipo de literatura, modales educados enseñados por Delva, reconocido a la legua por el afro y la carcajada, mamador de gallo, hasta se las daba de cantante y bailador. A ese ‘Pompo’ fuimos a recordar en “la paila” del Liceo Celedón.
Margarita, la hermana que organizó el encuentro con exactitud milimétrica para que todo saliera bien, abrió la sesión con poemas que continuamos los amigos en prosa para decirle cuánto lo queremos. Ella y yo nos dimos un abrazo en el que estrechamos al ‘boróder’ y lo despedimos para cerrar un capítulo de dolor y darle continuidad a la vida.
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