Entre los importantes logros y enseñanzas que nos dejan los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, recientemente realizados en Barranquilla, hay tres fundamentales que sobresalen del abanico de éxitos, y que nos benefician a todos e impactan en nuestra vida cotidiana, a saber: la infraestructura física, la convivencia pacífica y la cultura del cuidado del mobiliario urbano.

Con respeto y buen uso de los estadios, los barranquilleros y visitantes gozamos plenamente la alegría de la fiesta deportiva. Era común observar a familias completas vitoreando a sus equipos favoritos en medio de la paz y el respeto.

Las fotografías que en los últimos días han circulado en redes sociales nos muestran a una minoría de asistentes a los Juegos con los pies sobre los espaldares de las sillas, destruyendo con sus zapatos, como cascos cual caballos, la nueva y cómoda silletería. Asimismo, dejando tirados en sillas y pisos los restos de los comestibles consumidos. Estos insensatos espectadores evidenciaron que no tienen los mejores modales.

Estas denuncias públicas rechazan unos comportamientos en los que se incurre consciente o inconscientemente, y que estamos en el deber de corregir para lograr una plena cultura ciudadana.

La invitación a “bajar la pata” que ha trascendido a través de las redes y de los medios de comunicación constituye un llamado oportuno para entender que la ciudad no puede avanzar si su gente no se esmera por su cuidado y mantenimiento.

Periodistas y, en general, visitantes de toda Colombia y de los países participantes en los Juegos elogiaron la calidad de los escenarios construidos bajo el liderazgo del alcalde Alejandro Char, al igual que el buen trato, la alegría y la efusividad con que recibimos a los deportistas y turistas.

En efecto, el gran legado que le queda a la ciudad tras las exitosas justas deportivas son 13 escenarios, entre nuevos y remodelados, además de 100 mil metros cuadrados de entornos recuperados y dispuestos para el goce de toda la población, así como también la vigencia de ese sentido de pertenencia que debe ir más allá de la admiración, y abrigar la preservación y cuidado de estos espacios.

Pese a que las nuevas generaciones han dejado de lado las normas de urbanidad, incluso considerándolas obsoletas, la conducta del ciudadano en los eventos masivos debe tener un equilibrio entre el desafuero juvenil y el comportamiento adecuado, o como también es llamado: buenas maneras. El comedimiento, depositar la basura en los sitios correspondientes, la mesura y la buena conducta, nunca pasarán de moda. En comparación con el Manual de Carreño, hoy es más efectivo el buen ejemplo para popularizar las buenas costumbres; recordemos la enseñanza que nos dieron los japoneses en el Mundial de Fútbol de Rusia.

Los barranquilleros debemos seguir siendo gente de paz y dar ejemplo de civismo para propiciar el buen cuidado de nuestros nuevos escenarios deportivos y culturales, y esos amplios jardines con los que contamos ahora. Vamos todos a hacerlo.