Esta columna se trata de mí y (sin duda) también de ti, no es un escrito académico y lleno de cifras o datos, esta columna tiene piel, fragilidad y sensatez; la hago en el marco de las reflexiones que surgieron por la conmemoración del día de la salud mental, leí tantas publicaciones, unas pedagógicas, otras con testimonios, en fin, todas apuntando a normalizar vivirnos sentipensantes, vulnerables y humanos, a cuidar nuestra salud mental como lo hacemos con el rostro que es nuestra vitrina social, para el cual compramos cremitas para mantenernos rozagantes, me pregunto: ¿Cuántas cremitas sanadoras le aplicamos a la mente, a las ansiedades o a la depresión?

He descubierto que personalmente no le aplico cremitas a mi salud mental, me llevo al extremo, me trato fuerte, me exijo como si no aceptara mi condición imperfecta, me cohíbo el derecho a equivocación, al descanso y al trato con bondad, en ese tránsito decir te necesito es casi un imposible para mí, me cuesta quitarme la seudocapa de heroína para cubrirme con el manto de rescatada, no es fácil vivir así, siendo tan yo, porque soy un voltaje que ( a veces) no soporto. Viajar hacia mí y verme en perspectiva de 180 grados, con fisuras que sangran y piden más compasión, es un gran desafío.

De este modo, mi aporte al tema de salud mental es que no lo tomemos como un juego, cuando alguien te diga ayúdame, te necesito, estoy mal, no lo llames show ni le minimices, y mucho menos juegues a recitarle la narrativa de “optimismo absurdo” que está de moda, esa tendencia de volver todo un planeta “coach” no va; es importante el optimismo, pero la realidad mental o psíquica de alguien no merece pinceladas de placebos, ni revictimización, menos que se le quite el derecho a no estar bien, lapidando su momento con frases como: " No tienes derecho a deprimirte, eres una privilegiada, mira todo lo que tienes”. “Tú puedes con todo, si lo crees lo creas, nada de tristeza”. “Sacúdete, eso es pasajero y ya”. ¡Claro! todo pasa – sin duda–, soy valiente, una berraca, he logrado mil cosas, eso sí que lo sé; sin embargo, él ahora es batallar con lo que mi amiga Margarita Posada llama en su libro Las muertes chiquitas, eso también hay que respetarlo y vivirlo sin negación.

En este sentido, si eres red de apoyo de alguien no asumas una falsa empatía, no seas más enfermedad que remedio, no rompas más ese mundo psíquico que va soltando los hilos de esperanzas, que simplemente necesita llorar, gritar, lo que sea que le caiga bien a ese caos que le irrumpe. No desesperes con la salud mental de las personas, mejor aléjate, pero no juegues a ser la ayuda que jamás serás.

Necesitar de alguien, se adjudica a tener problemas económicos, una tusa o una necesidad específica, como siempre la humanidad basando todo en imaginarios, no siempre es así, muchas veces se trata de algo que no tiene respuesta, en mi caso estoy pasando por un excelente momento profesional, tiempo de reconocimiento, logros, sin embargo, mi salud y bienestar asumen un costo alto, el de tener una autoexigencia que me arroya, el de no ser lo suficientemente bondadosa conmigo, el de perder el miedo a sentir miedo, y no se trata de necesitar algo material, sino de esa humanidad que aflora, con piel, suspiros, vulnerabilidad, pero créanme, nos hemos convertido en una masa productora de ocupaciones o expectativas que nos olvidamos de pausar, escuchar, abrazar y decir “Hey acá estoy y estamos”, vamos por ahí como robocitos domesticados, sin tiempo para la vida y con una vida sin tiempo, condenados a la esclavitud de producir y acumular bienes, realmente, medio perdidos en una absoluta existencia caótica.

Hoy confieso lo difícil que es para mí decir te necesito, y ha sido peor, porque las pocas veces que lo he dicho me he encontrado con amigos superocupados, perdidos en sus agendas cotizadas y con sus falsas promesas de estar; es momento de transitar más en coherencia y no quiero ser interpretada de descarada o exigente, es que hay hilos en la vida con los cuales se tejen unos acuerdos que vale la pena honrarlos.

No sigan viviendo en automático que tarde o temprano pueden estallarse… sigo aprendiendo a decir y decirme te necesito.