Luz Palacio sufrió doblemente el impacto del conflicto armado. Primero, a manos de las AUC, que le arrebataron la vida a uno de sus hijos; y después, por parte de miembros de las Fuerzas Militares, quienes asesinaron y enterraron a otro de sus hijos en una fosa común en Ocaña. Fue el hijo mayor de Luz quien, sin ninguna ayuda, tuvo que desenterrar con sus propias manos el cuerpo de su hermano de esa fosa, compartida con otros jóvenes que habían sido presentados falsamente como guerrilleros. Esta historia, que debería mover las fibras más sensibles de cualquier ser humano, ha sido despreciada en un acto innombrable por un hombre que no merece estar en el Congreso de la República. Un hombre que, con su desdén y su espectáculo mediático, se atrevió a instrumentalizar un flagelo tan doloroso para la nación, lo cual resulta inentendible en alguien que ocupa espacios tan importantes para la reconciliación, la paz y el reconocimiento de las víctimas por parte del Estado.
Miguel Abraham Polo Polo, quien llegó como representante a la Cámara por la Circunscripción Especial de Afrodescendientes, decidió esta semana grabar un video mientras botaba en bolsas de basura las botas que habían ubicado las madres de víctimas de ejecuciones extrajudiciales en la plazoleta del Congreso. Este acto, desdeñable, cuestiona el número de víctimas de los mal llamados “falsos positivos”. Su proceder revictimizante, su desconocimiento y su ignorancia frente a la realidad del conflicto colombiano —que muchos explican como el resultado de la búsqueda de “likes” en las redes sociales— es el reflejo no solo de lo mal que está la sociedad colombiana, sino de lo mal representados que estamos.
7.400 personas le dieron “like” a ese video, un video que en últimas lo que debería lograr es una reivindicación masiva de la lucha por la justicia y la verdad. Una lucha que, por años, han liderado las Madres de Soacha, quienes no solo esperan justicia ante un tribunal, sino también un reconocimiento social de la responsabilidad que tuvieron miembros de las Fuerzas Militares. Pero también, más allá de las Fuerzas Militares, de aquellos miembros de la sociedad que siguen negando la existencia de estas víctimas. Con palabras de negación y de respaldo a quienes cometieron estos crímenes, solo ahondan más la herida de las familias que día a día sufren esta infamia.
Habrá que decirlo hasta el cansancio: la paz y la reconciliación no llegarán hasta tanto no haya un pleno reconocimiento de la verdad, no solo por parte de los victimarios, sino también de la sociedad, sobre la devastación que ha dejado el conflicto armado en las familias colombianas. A las madres que perdieron a sus hijos y que hoy piden justicia, las acompaño en su lucha, en su dolor y en la memoria que Colombia les debe.
@tatidangond