Nuestro hábitat cotidiano está invadido de ruido, en menor o mayor proporción. Los producidos por los electrodomésticos, el tráfico vehicular, los establecimientos comerciales, el bullicio de la gente en la calle, las actividades industriales, etc., forman parte del entorno citadino.

Cuando visito a mi suegra, en Puerto Colombia, los fines de semana, tengo la precaución de llevarme unos tapones auditivos, ya que tiene un alegre vecino que se empecina en llevarle música a toda la cuadra, dificultándonos el conversar. Cuando el ruido es excesivo, resulta riesgoso para la salud humana, al punto que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 1000 millones de personas entre los 12 y los 35 años pueden perder la audición debido a la exposición prolongada y desmesurada a música fuerte y otros sonidos recreativos. Las consecuencias pueden trascender a la salud física en general y a la salud mental.

Se estima también que más del 80 % de las necesidades en términos de cuidado del oído y la audición siguen estando desatendidas en el mundo y ha sido calculado en un billón de dólares el costo anual por la pérdida de audición no tratada.

Los estudios sobre el tema han identificado un gran riesgo entre las personas jóvenes por el uso inapropiado de dispositivos de audio personales y por su mayor exposición a niveles de sonido nocivos en establecimientos nocturnos y en eventos musicales. Entre las recomendaciones para la escucha segura en eventos masivos, de acuerdo con la norma mundial presentada por la OMS en 2022, están: mantener un nivel sonoro máximo de 100 decibeles, optimización de la acústica y los sistemas de sonido, entrega al público de protección auditiva personal, protección a los trabajadores, entre otras.

De acuerdo con la Encuesta de Percepción Ciudadana 2023, de Barranquilla Cómo Vamos, el 45 % de los habitantes de la ciudad se sienten insatisfechos con el nivel del ruido en la ciudad y apenas un 24 % está satisfecho.

El desarrollo y el progreso de las ciudades no debe implicar niveles excesivos de ruido, atentatorios contra la salud humana. Si bien es necesario que adoptemos hábitos adecuados para escuchar y minimicemos los riesgos de problemas auditivos, también lo son la implementación y aplicación de las normas existentes sobre la contaminación auditiva, la sensibilización permanente del sector productivo, comercial y de la población en general acerca de estos peligros, para disminuir esos ruidos que pueden pasar de ser simples molestias a causantes de sordera permanente u otras afectaciones.