A algunos de mis amigos no les gusta hablar de fútbol conmigo porque dicen que soy terco y defiendo planteamientos absurdos, como decir que lo más importante es lo que se juega, el dominio de un equipo sobre el rival y no el gol. Para mí el gol, con todo lo que significa y las exaltaciones del ánimo que provoca, sólo sirve para demostrar en las estadísticas que un equipo ganó, pero no que haya sido superior futbolísticamente. Tal vez se deba a que el primer partido de fútbol que se jugó el 19 de diciembre de 1863 en Londres, Inglaterra, terminó empatado sin goles y nunca se supo quién ganó.
Desde entonces, asisto a los estadios a ver fútbol, no a cantar goles. Esta final del fútbol colombiano es un ejemplo de lo que digo. A pesar de derrotar 4 a 0 a Llaneros en el estadio Sierra Nevada de Santa Marta, me pareció muy pobre el espectáculo futbolístico como tal; los de mi equipo el Unión Magdalena de Santa Marta, anteriormente conocido como El Ciclón Samario por el fútbol que practicaba y que inspiraba respeto, pareció en ese partido un desorden de aprendices corriendo detrás del balón intentando meter un gol. En cambio, en el segundo partido jugado en el Bello Horizonte Rey Pelé de Villavicencio, vi un equipo más maduro con un planteamiento defensivo acorde con las circunstancias que le sirvió para dominar a Llaneros y lograr un empate. Partidazo que se jugó mi equipo que le sirvió para salir campeón en ese torneo. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de fútbol.
Pero no celebré porque eso todavía no sirve para ascender a la categoría A del fútbol de nuestro país, pues nos esperan dos partidos más con este mismo equipo para decidir cuál de los dos regresa a ese torneo. Por tanto, continúa mi preocupación porque si no asciende me tocará aguantarme a uno de los amigos con quien sostengo largos debates y quien me dio una puñalada en el corazón de hincha al decirme que mi equipo se llamaría en adelante ‘Bunión’ Magdalena por haber descendido 4 veces a la categoría B; y si no ascendemos serán 5.
No me voy a suicidar si mi equipo no asciende, pero me dolerá muchísimo, no por lo que diga mi amigo, sino porque eso crea mentalidad de perdedores, algo inaceptable en una ciudad en la que no sólo se ha jugado siempre buen fútbol sino que, además, ha sido exportadora de futbolistas de talla nacional y mundial reconocidos por los jugadores y comentaristas conocedores internacionales que aprecian el fútbol de la manera en que lo veo yo.
Tengo lista la camiseta y la bandera azul grana para esos partidos y preparada la garganta para el grito de combate: ¡Sopla Ciclón Samario, sopla!