A la base de la experiencia de la Navidad está la certeza de que Dios no abandona ni defrauda al ser humano. Los cristianos del Nuevo Testamento encontraron en la persona de Jesús el cumplimiento de las más profundas expectativas de su existencia. En Él se revela el sentido de la vida humana, mostrándonos el porqué de nuestra existencia y cómo debemos vivir para alcanzar la plenitud en medio de nuestras circunstancias. La Navidad es, en esencia, la manifestación de Jesús como revelación del Padre, llenando el corazón humano con su amor.
Los relatos de la Navidad son una expresión teológica y simbólica que busca mostrar cómo aquel que fue crucificado y resucitó es, desde el principio, el Hijo de Dios. No se tratan de crónicas periodísticas destinadas a satisfacer la curiosidad humana, sino de testimonios del plan divino.
Sin embargo, a menudo nos quedamos atrapados en el folclore de la Navidad: los adornos, las luces, los rezos. Olvidamos lo fundamental: celebrar, en Jesús, que la vida encuentra su sentido en la solidaridad, el perdón y la comunión entre personas que se aman y desean vivir conforme a las enseñanzas de Dios. Es crucial recuperar esta esencia en las prácticas y rituales de estos días:
· Ser solidarios: Ofrecer ayuda a quien lo necesita, haciéndole sentir que no está solo y que siempre habrá una mano amiga dispuesta a abrirle el corazón, como un pesebre que lo recibe. No podemos ser indiferentes a que, mientras algunos tienen en abundancia, otros pasan hambre debido a las injusticias que marcan nuestra sociedad.
· Elegir el perdón: Comprender que tener paz en el alma es más valioso que buscar venganza. Perdonar es un acto de amor propio; liberarnos del rencor que tanto daño nos hace. Es una decisión consciente que transforma y sana.
· Vivir en comunión: Dejar atrás fanatismos que generan odio y divisiones, creyendo erróneamente que eliminar al otro garantiza nuestra felicidad. Esto implica reconocer las cualidades y aciertos de los demás, tolerar lo que nos incomoda y entender que ninguna forma de violencia es justificable, mucho menos en nombre de Jesús, quien permitió ser condenado injustamente sin defenderse. La violencia, de cualquier tipo, cometida en su nombre es la peor de las herejías.
Así debemos vivir si nos consideramos cristianos. Sin acciones concretas como estas, la Navidad no es más que una oportunidad comercial. El único regalo que realmente transforma la vida de los demás es el que nace del corazón y responde a sus necesidades más profundas. Ojalá encontremos tiempo para reflexionar sobre estas ideas y llevarlas a la práctica de manera definitiva.
@Plinero