La soberanía energética es clave para Colombia, un país que enfrenta el desafío de transitar hacia energías renovables mientras protege su autonomía. En este contexto, el impacto de la inversión extranjera tan importante en nuestro sector energético abre preguntas sobre cuán independientes podemos ser al depender de la tecnología y capital de otras naciones.
En los últimos años, hemos visto un aumento de proyectos financiados y ejecutados por empresas extranjeras, por ejemplo, el parque solar Tepuy en La Dorada, Caldas, de una compañía China. Estas iniciativas traen beneficios, como mayor capacidad renovable, pero también riesgos asociados a la dependencia de un solo proveedor. Hasta el 99% de los paneles solares que usamos son de origen chino, lo que muestra cuán concentrado está el mercado y las posibles vulnerabilidades frente a decisiones externas que no controlamos.
El liderazgo de China en la fabricación de paneles solares, baterías y turbinas no es casual. Ha sido el resultado de una estrategia de largo plazo para dominar las cadenas globales de energía limpia. Esto nos pone en una posición donde, aunque accedemos a tecnología avanzada, también corremos el riesgo de depender demasiado de un país extranjero, afectando nuestra capacidad de tomar decisiones soberanas.
La soberanía energética significa tener el control de nuestro desarrollo. Cuando actores extranjeros dominan sectores críticos, como la energía, se corre el riesgo de que intereses externos influyan en nuestras políticas nacionales.
Además, el control de infraestructura clave por empresas estatales extranjeras plantea preocupaciones de ciberseguridad y posibles presiones geopolíticas.
Claramente, esto no significa que todo lo debe hacer Colombia y menos que las cosas deban ser estatales (no estoy de acuerdo que el estado ponga capital de riesgo), sin embargo, debemos tener contratos que no solo signifiquen inversión del sector energético, sino también, aumento de capacidades para el país.
Para Colombia, la transición energética debe ser un proyecto abierto al país, que no se cierre a las decisiones tomadas desde escritorios en la capital, sino que contemplen las regiones, los actores, una gran planificación y sobre todo un aprendizaje continuo.
Necesitamos diversificar nuestros socios comerciales, fortalecer nuestra industria nacional e impulsar la investigación y desarrollo en energías renovables. Esto incluye asegurar que las inversiones extranjeras se alineen con nuestros intereses y no lo contrario.
Nuestro país tiene un enorme potencial en energías renovables gracias a su ubicación geográfica. Aprovechar este potencial de manera estratégica permitirá construir un sistema energético resiliente y sostenible, donde las decisiones respondan a nuestras necesidades, no a las de otros. La transición energética no debe ser solo un cambio tecnológico, sino una oportunidad para reforzar nuestra independencia y garantizar que sus beneficios lleguen a todos los colombianos.
· Director del observatorio de transición energética del Caribe OTEC – Universidad del Área Andina