Estoy aquí, en mi estudio, rodeado de libros que son compañeros silenciosos, pero intensos. Ellos siempre me provocan más preguntas que respuestas. Este es mi lugar favorito. El silencio, siempre indispensable para escribir, reina aquí. Sobre mi escritorio hay un montón de fichas que condensan meses de lectura. También están las páginas donde estructuro mis textos. A veces, de fondo, suena en el tocadiscos una de esas canciones que me emocionan. El sonido del acetato y la aguja me devuelven a la infancia, a un espacio de creatividad desbordante.
Estoy escribiendo un libro. Sobre el teclado vierto todo lo que hay en mi mente y en mi corazón, sostenido por las experiencias vividas y las citas de las lecturas que me han marcado. Creo profundamente en esa frase, erróneamente atribuida a Ernest Hemingway: “Escribe borracho, corrige sobrio”. Para mí, significa que primero se debe escribir con absoluta libertad, dejando salir todo sin miedo, y después corregir con rigor y exigencia. Confío plenamente en que mi primera lectora, Alcy María, no dejará pasar nada que no sea digno de publicarse.
Este libro habla de la esperanza y la resiliencia. Es un texto impregnado de vivencias personales, con el que aspiro a ofrecer ideas que ayuden a quienes lo lean a encontrar fuerzas para seguir adelante, sin importar la adversidad o el dolor que enfrenten. Porque sé, y reconozco, que hay dolores que no desaparecen y adversidades que nos vencen. Sin embargo, siempre queda el desafío de continuar con la mejor actitud, persiguiendo el propósito que da sentido a la existencia.
No hablo de una esperanza pasiva que espera milagros, sino de aquella que se traduce en compromisos concretos para construir lo que deseamos. Es una fuerza interior que nos impulsa hacia nuestras metas, sin miedo a fallar, porque entiende que cada error es una lección que nos muestra el camino correcto. Tampoco hablo de la resiliencia del invencible, sino de la de quienes llevan sus cicatrices como señales de victoria.
Creo que estas actitudes son fundamentales, especialmente en estos días en los que abundan relatos apocalípticos que siembran miedo y nos hacen creer que todo está perdido. Si elegimos bien, si cultivamos esperanza y resiliencia, podremos transitar caminos hacia una mayor prosperidad. Los pesimistas quieren convencernos de que no vale la pena luchar, para que bajemos los brazos y los declaremos nuestros mesías.
Espero que este libro esté listo para la Feria del Libro de Bogotá. Será un aporte para quienes buscan luz en medio de la oscuridad, fuerza en medio de la fragilidad, y razones para creer que, pese a todo, la vida vale la pena vivirla.
@Plinero