Es supremamente odioso pensar en el proceso de certificación de la lucha contra las drogas que hace EE. UU, como una validación moral. EE. UU, es el mercado de narcóticos más grande del mundo, con costos de drogadicción estimados por el Departamento de Justicia en US$215 mil millones. Si la herramienta policiva es la más eficaz es un debate para otro día, el hecho es que, con la proliferación de fentanilo, 27.2 millones de estadounidenses (9.7% de la población) enfrentaron problemas de adicción de drogas en 2024, según los centros de adicción de EE. UU. Un tema que venía perdiendo relevancia durante este siglo volvió a ser prioridad electoral, EE. UU, va a dar esta batalla en todos los frentes. El mandato de Trump es claro, si pensamos que superamos la crisis estamos profundamente equivocados. La certificación fue creada en 1986 en la ley de ayuda extranjera de EE. UU, bajo la histeria de la epidemia de crack. Actualmente, solo tres países no pasan la prueba: Venezuela, Bolivia y Myanmar. La consecuencia inmediata de una descertificación sería la suspensión de la ayuda humanitaria y militar de EE. UU, hacia Colombia, que se espera en US$413 millones en 2025. A pesar de los problemas fiscales que enfrenta el país, podemos manejar esta situación, incluso también la pérdida del estatus de major non-nato ally que hoy gozamos. Sin embargo, lo grave serían los aranceles y trabas aduaneras que podrían imponernos. Recientemente no bajo la bandera de proteccionismo sino por no cooperar en la lucha contra el fentanilo, EE. UU, impuso aranceles del 10% a China.
En instancias formales e informales, se menciona la inevitable descertificación de Colombia antes de septiembre. Incluso cuando se logró el año pasado, se notó favoritismo diplomático dado la falta de resultados. Se mencionó el crecimiento exponencial de las hectáreas sembradas de coca, que se estimaba en 250 mil, pero que ahora podrían superar las 300 mil. La validación de los esfuerzos era más bien una apuesta filosófica que enfrenta una respuesta holística versus la tesis del garrote. Si el gobierno está ejecutando el power point que le vendió a EE. UU, en departamentos como Cauca, claramente no está logrando los resultados esperados. Todo viene en deterioro.
La administración Trump no tiene paciencia ante la falta de resultados, a menos de que se realice un esfuerzo diplomático descomunal más genuinos resultados, será muy difícil revertir la situación. Esto podría incluir el nombramiento de un nuevo embajador o un enviado especial a Washington en quien confíen los Republicanos, así como la dedicación semi-exclusiva de la Canciller y un compromiso material del nuevo Mindefensa. En complemento, las obras oratorias como las del presidente en Naciones Unidas y Europa se deben suspender. Los problemas se pueden resolver, pero debe haber voluntad para abordarlos.
Con exportaciones a EE. UU, que alcanzan los US$14,337 millones, estos aranceles podrían ser destructivos. El daño sería especialmente dañino para sectores como el café, flores, aguacate, o el banano que gozan de márgenes apretados. Así el gobierno piense diferente a Trump, debe hacer lo posible para pasar la tormenta. Esa sensibilidad diplomática del gobierno para no ofender ni a Venezuela ni a Rusia, podríamos usarla en EE. UU.
@SimonGaviria