Esta semana me dejó pensando la polémica que se armó por lo que dijo Maluma en la coronación en Barranquilla. Habló de lo poco que sirven las redes sociales y del daño que nos hacemos midiéndonos con lo que vemos ahí. Dijo que después de un ejercicio de introspección, se dio cuenta de que no vale la pena trabajar solo por los seguidores, la fama o el dinero, sino por la felicidad; y que, de alguna manera, quiere aprovechar la plataforma que le da su éxito para transmitir ese mensaje, especialmente a los jóvenes.
En medio del Carnaval, algunos lo criticaron por ponerse filosófico desde su posición privilegiada. Pero su mensaje es válido: ni el dinero ni la fama garantizan la felicidad. Y aunque a muchos les molesta que quienes llevan una vida “perfecta” se atrevan a quejarse, la verdad es que la reflexión nunca está de más. De hecho, cuestionarse qué significa realmente “tenerlo todo” es importante, sobre todo cuando, desde afuera, parece que no te falta nada.
Eso me hizo pensar, dándome cuenta que no soy tan joven, así me sienta joven, qué es lo que realmente nos llena. No porque tenga todas las respuestas, sino porque, al final, me pasa lo mismo que a todos: vale la pena detenerse a pensar en dónde están nuestros valores, qué nos motiva y con quién conectamos en esa búsqueda de felicidad.
Muchos pasan la vida obsesionados con la estabilidad económica, sacrificando tiempo, relaciones e incluso su salud, convencidos de que la riqueza es la clave de la felicidad. Y claro, el dinero da tranquilidad, y eso es fundamental para enfocarnos en vivir bien. Pero por sí sola, por lo que dice Maluma que la tiene toda, la plata no llena.
Otros buscan constantemente aprobación en este mundo de redes, y caen en la trampa de creer que la felicidad está en la vida “perfecta” que muestran los demás y en la aprobación que sienten por el número de likes que reciben. Pero, paradójicamente, muchos de esos mismos influenciadores y artistas, como Lady Gaga, Adele, Katy Perry y Justin Bieber, han admitido que han sufrido de depresión y esto los ha llevado a vivir etapas muy oscuras en su vida. Por eso, ese ejercicio de redes hay que cogerlo con pinzas, porque claramente no todo lo que brilla es oro.
Estoy de acuerdo con Maluma. En este mundo cada vez más interconectado, las redes sociales han creado una ilusión de éxito y felicidad basada en la comparación constante y la búsqueda de aprobación externa. Esto nos mete en un ciclo perpetuo de ansiedad y vacío que nos aleja de lo que realmente importa: las conexiones humanas genuinas, el autocuidado y el bienestar interior. No importa cuán rico o famoso seas, la felicidad no se encuentra en los “me gusta” o los seguidores, sino en vivir con autenticidad, propósito y en armonía con nosotros mismos.
@miguelVergaraC