A veces, la conversación más importante que tendremos en la vida no es con otra persona, sino con nosotros mismos. ¿Qué nos decimos en los momentos de duda? ¿Cómo nos hablamos cuando fallamos? ¿Escuchamos nuestra propia voz con compasión o con dureza?

El mayor reto no es enfrentarnos a lo que sucede afuera, sino aprender a navegar lo que sucede dentro. La mente es un territorio complejo donde se libran batallas diarias entre el miedo y la confianza, la autoexigencia y la aceptación, la duda y la certeza. Y, sin darnos cuenta, lo que nos decimos en silencio determina muchas de las decisiones que tomamos y, en consecuencia, el rumbo de nuestra vida.

Nos enseñan a comunicarnos con los demás, pero rara vez nos enseñan a comunicarnos con nosotros mismos. Y lo que no se nos dice es que la forma en la que nos hablamos tiene un impacto directo en nuestra autoestima, en nuestra capacidad para superar obstáculos y en la confianza con la que enfrentamos el mundo. Nos castigamos por nuestros errores, nos llamamos “incapaces” cuando algo no sale bien, nos convencemos de que no somos lo suficientemente buenos.

Escucharnos con amabilidad no significa justificar nuestras fallas ni evadir la responsabilidad, sino darnos el derecho a aprender sin miedo, a crecer sin la carga del perfeccionismo, a darnos una segunda oportunidad sin la sombra de la vergüenza. Es el arte de reconocer nuestras emociones sin huir de ellas, de validar nuestras experiencias sin minimizar nuestro dolor, de hablarnos como le hablaríamos a alguien a quien amamos.

La verdadera transformación ocurre cuando dejamos de luchar contra nuestra voz interior y aprendemos a hacer las paces con ella. Cuando en lugar de callarnos, nos damos permiso de escucharnos. Porque solo cuando nos tratamos con amor, podemos avanzar con determinación.

Así que la próxima vez que el miedo te paralice, que la duda te haga cuestionarte o que el fracaso te haga sentir pequeño, detente. Escucha tu voz. No la que te critica, sino la que te impulsa. No la que te limita, sino la que te recuerda que, más allá de los tropiezos, siempre tienes la capacidad de levantarte y seguir avanzando.

Tu voz interna puede ser tu mayor obstáculo o tu mayor fortaleza. La diferencia está en cómo eliges escucharla.

@cala