Las biografías musicales en el cine suelen seguir una estructura tradicional, con actores que representan una versión “mejorada” de sí mismos. Sin embargo, Better Man se aleja de este formato para introducirnos en la vida del cantante británico Robbie Williams, y las experiencias que lo moldearon, tanto dentro como fuera del escenario.
La premisa de esta obra radica en que Robbie siempre sintió que estaba “menos evolucionado que otras personas”, un sentimiento que se materializa de manera visual a través de un chimpancé generado por computadora, quien lo representa en escena.
Dirigida por Michael Gracey y narrada por el propio Williams, la película toma un camino original. Tras la primera aparición del chimpancé, que podría generar cierto rechazo, el espectador se acostumbra a la idea, y hacia el final, nos damos cuenta de que la propuesta realmente funciona.
La historia comienza con escenas de la infancia de Williams, un niño desadaptado en la escuela que encuentra consuelo en la música. Junto a su padre, Peter (Steve Pemberton), canta canciones de Frank Sinatra, siendo “My Way” la que parece definir la filosofía de ambos.
A medida que la historia avanza, el padre abandona a la familia, y Robbie busca refugio en su abuela, Betty (Allison Steadman), quien se convierte en pilar de su vida. Sin embargo, su suerte cambia cuando se une a la banda Take That, y conoce a la cantante Nicole Appleton (Raechelle Bano).
La fama trae consigo los excesos, y las drogas se convierten en una constante en la vida de Robbie, lo que lo lleva a dejar Take That. Sumido en la depresión, sus problemas parecen interminables, pero su espíritu competitivo lo impulsa a lanzarse como solista. Su necesidad de estar en el escenario, de conectar con su audiencia, se convierte en su motor, y es así como empieza a recibir un reconocimiento aún mayor. Sin embargo, sus batallas internas continúan, hecho que la película explora de una manera singular.
Algunos de sus conciertos más emblemáticos son representados en grandiosos escenarios, fusionando fantasía y realidad hasta que lo surrealista de la presencia del chimpancé termina atrapando completamente al espectador, e introduciéndonos en la psiquis de Williams.
El emotivo concierto final en el Royal Albert Hall de Londres muestra al propio Williams enfrentado a su fantasma interior, buscando tal vez la conexión con el verdadero “better man” que mora dentro de él.
La película se destaca por su impresionante puesta en escena, sus números musicales y notables actuaciones, logrando que la trama resulte conmovedora y entretenida.