Digámoslo sin eufemismos. En materia de la reforma laboral, Petro recogió lo que sembró y lo que quería. Más allá de cumplir unos compromisos con la dirigencia sindical que apoya su gobierno, a pesar de las graves afectaciones a sus afiliados, lo que Petro quería y cree haber obtenido es una licencia para entrar de lleno en la campaña electoral a través de la famosa consulta.
Pero es evidente que la convocatoria arrancó con el pie izquierdo. Ni las arengas televisadas de Petro ni las amenazas directas al Congreso y a la Rama Judicial y a los alcaldes, a quienes calificó como “alcaldes de la muerte” y alcalduchos, terminaron amedrentando a los senadores de la Comisión.
Por cierto, muy lánguida la presencia del “pueblo” en las calles. Salieron los de siempre: alumnos y profesores del Sena, directivos y maestros de Fecode (los que no estaban haciendo filas para solicitar medicamentos y atención), y por supuesto los indígenas petristas, bien subvencionados, y la primera línea con los mismos hampones encapuchados vandalizando todo a su paso. Sí, muy pobre para haber tenido semejante despliegue incluyendo el abuso del día cívico a un costo superior a los $500.000 millones.
Un reconocimiento nacional deberían recibir los senadores que archivaron el proyecto por haber resistido las amenazas y la violencia con que fueron tratados por Petro y su gobierno. Se esperaba el apoyo de la senadora Norma Hurtado, de ‘la U’, pero la reciente entrega a ese partido del Ministerio de las TIC le impidió sumarse a la mayoría. La verdad es que la llegada de este proyecto a la plenaria hubiera permitido, como tenían previsto, volver a introducir temas como las huelgas sin ninguna limitación, incluidos los servicios esenciales, la negociación por industria, la coadministración de las empresas por los sindicatos y muchos otros “beneficios” y gabelas para las organizaciones sindicales y su privilegiada dirigencia.
Este proyecto, por supuesto, en nada beneficiaba al pueblo que Petro dice defender. La estocada se la había dado la ministra Ramírez cuando reconoció que esta reforma no estaba diseñada para crear empleos ni para solucionar las altísimas tasas de informalidad del país, que hoy llegan al 56 % de la población y que podrían haber aumentado en un 12 % de haberse aprobado la iniciativa. Para el 11 % de desempleados tampoco había ninguna respuesta.
Yo creo que hasta los empleados formales entendieron las consecuencias de la reforma y desistieron de marchar, porque el palo no está para cucharas. Se calcula que por los aumentos en recargos nocturnos y feriados que implican sobrecostos hasta de un 35 % se podrían perder más de 800.000 empleos.
Que no diga Petro que no fueron escuchados. Lo cierto es que por casi dos años nadie en el Gobierno atendió las consideraciones de ningún gremio de la producción, de la industria, el turismo, el sector agrícola y el más afectado, el comercio.
Anunció el Gobierno que expedirá la reforma por decretos al igual que la de salud aún sin leyes, previendo que la Corte no se pronuncie antes de las elecciones, que es lo único que les preocupa.
Ahora el Senado en pleno tiene la palabra. En mi opinión, debería negar este engendro y ponerle fin a toda esta peligrosa confrontación institucional. Para mí está claro que a Petro le tiene sin cuidado el contenido de la reforma, pues lo que les importa es tener un escenario como el que les habilita la consulta para arrancar la campaña y seguir radicalizando a la sociedad colombiana desde el Gobierno y con los recursos de todos. Por eso hay que cerrar el paso a esta loca iniciativa y organizar la defensa de las instituciones y del Estado de derecho.
Los colombianos tienen mucho sentido de conservación. Ya lo vivimos en 2023 en la elección de alcaldes en Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, Cali y tantas otras, pero principalmente en Bogotá, centro de la militancia petrista donde el pueblo salió a votar masivamente por Galán y contra Petro y Bolívar, definiendo la elección en primera vuelta. Lo propio había ocurrido en el año 2002 con la elección de Álvaro Uribe y anteriormente de César Gaviria, cuando estábamos sitiados por la guerrilla y el narcotráfico. Ahora nos tocó afrontar tamaño desafío. Si Petro y su camarilla permanecen en el gobierno en 2026 será por muchos años y todo estará perdido.