Ahora que El Segundo Acto, del director francés Quentin Dupieux, ha llegado a los cines, es un buen momento para hablar nuevamente de esta peculiar película que abrió el Festival de Cannes el año pasado. Con un elenco estelar de actores franceses como Louis Garrel, Léa Seydoux, Raphael Quenard y Vincent Lindon, la narrativa, si es que la hay, se desliza entre lo fantástico y lo real, jugando con el espectador mediante recursos como la ruptura de la cuarta pared, además de presentar una película dentro de otra, y quizás incluso dentro de otra más.
Lo que realmente destaca de esta obra, aunque su trama pueda parecer desconcertante, es el mensaje crítico que transmite sobre la misma industria del cine, tanto en su vertiente comercial como artística.
La película comienza con una historia romántica en donde David (Garrel) y su amigo Willy (Quenard) mantienen una conversación reveladora sobre la novia de David, Florence(Seydoux). Florence quiere que David conozca a su padre (Lindon). Sin embargo, David no está convencido de la relación y, para liberarse de la confrontación, le pide a Willy que la conozca y se enamore de ella. Pero la historia se interrumpe bruscamente cuando los personajes reconocen que están siendo filmados. Este giro abrupto los obliga a tener cuidado con sus palabras, especialmente sobre temas como la mujer, la discapacidad o la sexualidad, por los cuales fácilmente podrían ser “cancelados”.
El título de la película, que hace referencia al restaurante donde transcurre gran parte de la acción, también funciona como metáfora dentro del juego entre lo real y lo imaginario. A través de esta dualidad, Dupieux pone en evidencia lo que espera el espectador frente a lo inesperado, rompiendo con la convención del primer acto cinematográfico. Es como si el director mismo se impusiera la tarea de subvertir cualquier convencionalismo.
Con un guion inteligente y con referencias al teatro del absurdo, la película ofrece una sátira mordaz sobre la industria cinematográfica, especialmente en lo que respecta a la inteligencia artificial. Al mismo tiempo, rinde homenaje a gigantes del séptimo arte como James Cameron, Paul Thomas Anderson y Quentin Tarantino, haciendo una reflexión sobre el legado y la transformación del cine en la era digital.
El Segundo Acto es una película extraña que se desarrolla como una comedia del absurdo, capaz de arrancar risas a la audiencia, siempre y cuando no se espere un desenlace convencional. Los temas que aborda son provocadores, invitando a reflexionar sobre lo políticamente correcto, la homofobia, la discapacidad, la inteligencia artificial, la cultura de la cancelación y el narcisismo en la industria.