Ya resulta evidente que el proyecto de mejoramiento de la carrera 51B, la denominada «Gran Vía», está teniendo dificultades para su culminación. Según el acta de inicio del contrato, las obras de la segunda unidad funcional debieron entregarse hace más de seis meses, el 14 de septiembre de 2024, y aunque a finales del año pasado la Gobernación del Atlántico anunció una nueva fecha de entrega —junio de 2025— un vistazo a los frentes de obra permite suponer que quizá el plazo no se cumplirá. Ojalá algo extraordinario ocurra y que concluya a tiempo esa larga y tortuosa intervención: recordemos que los trabajos iniciaron hace 28 meses.
En una noticia publicada el 8 de marzo, este diario registró el descontento general con la forma en la que se han ejecutado las obras. Un lento avance, poca presencia de trabajadores, problemas de movilidad por la falta de regulación en el tránsito y mal estado de la vía habilitada para conectar con la carrera 46, hacen parte de las quejas más repetidas. En esa misma nota, su autor explicaba que consultó a la Gobernación del Atlántico para conocer los avances del proyecto, así como las posibles soluciones a las obras complementarias inconclusas, pero no obtuvo respuesta alguna. Preocupante, porque tal actitud podría indicar que ni siquiera ellos tienen claro el plan. El que calla, otorga, dicen por ahí.
Lo cierto es que no hay información suficiente y así no se puede comprender el atraso. Pedir explicaciones no debería interpretarse como un gesto de persecución, ni mucho menos de condena anticipada. Se trata, más bien, de un ejercicio de claridad pública: entender por qué no se cumplieron los plazos, cuáles han sido los obstáculos y qué se está haciendo para superarlos. Esa información no solo es un derecho de la comunidad, también contribuye a estirar la paciencia colectiva y a reforzar la confianza en las instituciones. Una ciudadanía informada es una ciudadanía más tolerante y comprensiva.
Así como suele hacerse un importante despliegue mediático para anunciar el inicio de una obra o su inauguración, debería considerarse un esfuerzo equivalente para comunicar los problemas e imprevistos que afectan su desarrollo. Los errores a veces son inevitables y nadie está libre de cometerlos. En cualquier caso, a estas alturas es necesaria una comunicación clara y plantear un escenario realista para la culminación de la Gran Vía. Confío en que el gobernador y su equipo de trabajo estarán de acuerdo con estos planteamientos y que pronto divulgarán con claridad y precisión, qué va a pasar con ese importante proyecto. Con transparencia y veracidad ganamos todos.