Difícil escribir esta columna de hoy. Porque no es una crítica, tampoco un ataque, ni más faltaba. Es una simple reflexión que pretendemos sea lo más honesta posible. Porque admiramos y aplaudimos a la Policía Nacional, a sus comandantes por lo menos en nuestra ciudad, fueron y son unos militares de lujo a quienes hemos respetado y aplaudido siempre. Lo que consiste en el eje de nuestra opinión hoy es que por lo menos en Barranquilla, el comentario generalizado de la ciudadanía es que no vemos casi nunca un uniformado recorriendo sitios, lugares, calles y parques, en donde se concentra el público y los delitos. Que si esa presencia fuese más visible, más prevención habría.

Últimamente con la llegada de las nuevas patrullas muy modernas, con magníficos cambios que se han notado en la logística de prevención y asistencia de delitos como el narcotráfico, la situación parece ser más tranquilizadora, pero hay otros puntos que encontramos aún muy vulnerables, muy débiles, así opina la mayoría del público, en donde muy pocas veces aparece un agente que tranquilice a la ciudadanía o vecinos y si aparece poco, actúa o lo hace ligeramente.

En el caso del tránsito vehicular, este tema es asfixiante; en las narices mismas de las patrullas se cometen barbaridades, pero lo más importante es que la vigilancia en este sector es bastante deficiente. Y estamos convencidos, muchísimo, de que si se ejerciera más autoridad en el tránsito, más castigos, el tema mejoraría. De todo lo anterior hay una conclusión inicial y elemental: parece ser que el número de efectivos en la Policía del país es menor de lo calculado en el momento para lo que necesita Colombia. En este resultado habría que concluir que podrían necesitarse para toda Colombia 50 o cien mil efectivos más. Obviamente, y aquí está de nuevo el obstáculo mayor, es que un aumento de efectivos de esta naturaleza necesitaría un aumento presupuestal poderoso para sostenimiento, comida, uniformes, armas, y por supuesto, ese incremento en el momento es imposible por una razón tan elemental como molesta: no hay dinero, no hay caja, no hay disponibilidad en las arcas nacionales para atender esta necesidad. ¿Por qué no hay dinero? ¿Por qué se agotó la caja de la nación? Sencillamente por el despilfarro del gobierno nacional, los gastos innecesarios y el caudal de robos que a través de traslados han agotado la tesorería nacional. Así de elemental es un diagnóstico que no es propio ni nos enorgullece hacerlo sino que es el conocimiento público de un país hastiado de la inseguridad, del despilfarro económico, de la desigualdad social que el gobierno critica pero es el primero con sus actos que la fomenta.