La expresión “Es la economía, estúpido” fue acuñada por James Carville en la campaña política que llevó a Bill Clinton a la presidencia de los Estados Unidos en 1992. Tuvo éxito por haberse focalizado en las preocupaciones cotidianas de los votantes, como los precios y el bolsillo. Treinta y tres años después la expresión continúa teniendo fuerza y es aplicable a Colombia.
Desde la apertura económica del gobierno de César Gaviria (1990) hasta la fecha, hemos tenido políticas industriales, agrarias, ambientales, minero-energéticas, financieras y de infraestructura de transporte, con beneficios fiscales, crediticios, cambiarios y regulatorios, sin ningún impacto en la competitividad del país ni de los negocios. Han pasado más de tres décadas y, aparte del petróleo crudo, carbón, café, oro, flores y banano, solo hemos exportar —con muchísimas dificultades— unas cuantas toneladas de aguacate Hass, tilapia, aceite de palma, frutas exóticas y tilapias. La política de comercio exterior de Colombia ha sido tan mal diseñada que, desde que entraron en operación los TLC con Estados Unidos, UE y algunos países asiáticos (2012), nuestra balanza comercial pasó a ser negativa.
Traigo a colación este tema, porque esta semana nos sorprendió la manera mediática como algunos miembros del Consejo Gremial, la Canciller y la ministra encargada de Comercio, Industria y Turismo, plantearon algunas soluciones a la crisis comercial que se ha desatado con los aranceles recíprocos que impuso el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a varios países del mundo.
En medio de una vergonzosa guerra de vanidades y poder, salieron a los medios de comunicación y redes sociales a decir que habían concertado un plan de choque dizque para proteger a los sectores exportadores del país. Mientras unas propusieron explorar nuevos mercados, como si la admisibilidad de nuestros productos en el exterior fuera “soplar y hacer botella”, otros salieron a proponer crear un mecanismo de subsidio a la ineficiencia productiva. Están buscando la fiebre en la sabana ajena. El problema no son los aranceles de EEUU, son los excedentes de China que ya no podrán ingresar al mercado estadounidense y que serán desviados a otros mercados, incluyendo a Colombia.
El problema de los sectores productivos de Colombia no son los aranceles, es la falta de competitividad. Para citar un solo ejemplo. Hace unos días, la Secretaria del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), Brooke Rollins, dijo que tuvieron que salir a importar más de 100 millones de huevos por un problema de gripa aviar que sufrieron las granjas avícolas de allá. A pesar de la cercanía que tenemos con el mercado estadounidense y de que el sector avícola de Colombia produce más de 18.000 millones de huevos al año, resultó más barato y eficaz que los importaran desde Turquía y Corea del Sur.
Mientras en Colombia no diseñemos e implementemos políticas públicas para reducir impuestos, tasas de interés y trámites engorrosos a los sectores productivos, y mientras no habilitemos el transporte fluvial y férreo, no habrá forma de ser competitivos en el comercio global. El premio Nobel de Economía Paul Krugman decía que “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”.
*Asesor en crédito de fomento agroindustrial