“Una iglesia pobre y para los pobres”, ese fue el faro que guió los doce años de pontificado del cardenal Jorge Mario Bergoglio, —que asumió el nombre Francisco en honor a San Francisco de Asís—, cuya muerte, el pasado lunes, conmovió no solamente a la feligresía católica sino al mundo entero, por su contundente legado de búsqueda de la paz, de prohijar el amor, amparar a los pobres y promover la justicia social.
Su visión progresista caló hondo. El primer papa latinoamericano promovió reformas que incluyeron hasta sus mismas honras fúnebres, caracterizadas, como su vida, por la austeridad y la sobriedad; le dio mayor responsabilidad a la mujer en la iglesia, con altos cargos que nunca había asumido; aprobó la bendición espontánea de parejas en condición “irregular”, de quienes dijo: “¿quién soy yo para juzgar?”; les hizo frente a sonados casos de corrupción en la iglesia, al igual que al grave problema de abusos y pederastia; insistió en el sinsentido de la guerra y abogó por la atención a la población presa, entre otros temas.
El pensamiento y las motivaciones de Francisco quedaron ampliamente consignados en sus cuatro encíclicas, a saber: Lumen fidei (Luz de la fe), Laudato si (Alabado seas), Fratelli tutti (Hermanos todos) y Dilexit Nos (Nos amó). Esta última, de octubre de 2024, se refiere a la importancia y al significado de nuestro “corazón” como núcleo de toda la persona en su identidad única anímica y corpórea y que, ahí mismo, se unifica todo, siendo sede del amor.
De manera prolífica, Francisco despliega en esta encíclica su visión sobre “el amor humano y divino del corazón de Jesucristo”, exponiendo, entre otros aspectos, que, en estos tiempos de grandes avances tecnológicos, en medio de nuestra actual sociedad superficial y materialista, sin duda, el amor puede salvar lo humano. “Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y amor y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta”.
El mundo católico está atento a la decisión del cónclave sobre el sucesor del papa Francisco, quien será el pontífice número 267 y tendrá el complejo reto de liderar una iglesia de más de 1400 millones de fieles, con apremiantes necesidades de consolidar la fe, la sencillez y la solidaridad. Así mismo, en medio de una sociedad humana ávida de paz, de equidad, de superación de la pobreza y la desigualdad, y de respeto por el medioambiente.
Gracias por tan humano legado.
@Rector_Unisimon