Después de año y medio sin ir a un concierto, finalmente el domingo pasado regresé. El lugar fue el Hard Rock Stadium, en Miami, para ver un festival de rock donde tocaron tres muy buenas bandas: Green Day, Weezer y Fall Out Boy. Había comprado las entradas hace casi dos años, antes de la pandemia. La gira se aplazó y fue una de las que primero se atrevió a anunciar fechas para este año. Finalmente lograron ponerla a rodar. Otros prefirieron esperar el 2022.

Tengo dos lugares preferidos donde amo estar en la vida y uno de ellos es un concierto.

Para alguien que es fan de la música anglo y creció en Barranquilla, se tiene claro que lamentablemente ese placer de ir a conciertos no se puede disfrutar casi nunca. Recuerdo que mi primer concierto fue el de Menudo en el estadio de Tenis del Country Club. Y si la memoria no me traiciona, en los últimos 40 años los únicos artistas anglo que han tocado en la ciudad son REO Speedwagon, Gloria Gaynor, Inner Circle y UB40. Probablemente se me escape alguno.

Luego mi trabajo me permitió por muchos años el placer de recorrer muchos escenarios en el mundo y disfrutar de conciertos inolvidables, dejando atrás esa frustración de joven de no poder ver a sus artistas favoritos en vivo, teniéndolo que compensar con conciertos en betamax que los amigos o uno traía cuando viajaba.

Estar en concierto es una experiencia sublime para los fanáticos de la música y la pandemia nos alejó a muchos del placer de ver una buena banda tocar en vivo, algo que por estos días ya es raro, ya que hoy muchos artistas se suben al escenario sin banda, con un micrófono y un efecto de autotune para mejorar su mediocre voz. Por eso un concierto real se valoraba mucho más que antes.

El estadio de este concierto tiene una capacidad para 65 mil personas, allí juegan los Miami Dolphins. Mi primera curiosidad era ver que tanta gente asistiría al show, uno de los primeros en Miami desde que se levantaron muchas de las restricciones. Estaba al 65% de capacidad. Lo que no estaba mal, aunque en la primera fecha de la gira que inició en Texas, la boletería estaba agotada.

Son muchos los artistas que apenas fueron permitidos los conciertos decidieron lanzar o reactivar sus giras pospuestas, saturando el mercado . Además, los miedos que muchos aún tienen de regresar a un evento masivo, ha provocado que varios de estos shows estén teniendo problemas de asistencia. Incluyendo grandes nombres como Kiss, Jonas Brothers y Alannis Morissette entre otros.

Pero mi máxima preocupación eran las medidas de protección y prevención que tuviera la organización con todos los asistentes. Mi sorpresa fue que eran realmente pocas por no decir ninguna. El 70% no estaba usando tapabocas, la distancia social no existía. Incluso en la localidad frente al escenario estaban todos hombro a hombro. Para mi tranquilidad yo estaba en graderías donde había una distancia mucho más amplia por no estar a máxima capacidad. Aunque no me quite nunca el tapaboca, salvo para una foto, admito que al principio estaba un poco preocupado. Luego, al iniciar el show, la música hizo su magia y por momentos olvidé que aún estábamos en la mitad de una pandemia.

Los shows no van a parar en Estados Unidos, así la variante Delta esté disparando una vez más los casos. El sector del entretenimiento ha sido uno de los más golpeados, especialmente el de la música, que hoy vive de los shows y para nada de la venta de discos. Probablemente algunos eventos se cancelen por casos positivos de algunos de los integrantes o su personal técnico, pero seguirán. La música es un negocio, aunque para muchos de nosotros sea la mayor fuente de felicidad.