Cumplimos un año al frente de la Defensoría del Pueblo. Un periodo intenso, lleno de experiencias, logros y desafíos inesperados. Entramos a ejercer funciones en medio de una sociedad polarizada, arrinconada por la pandemia, llena de incertidumbre, sin claridad sobre cómo afrontar un reto mundial que nadie sabía bien en qué iba a terminar, una sociedad en donde muchos veían cómo sus esfuerzos económicos se hundían en medio de la incertidumbre, dejándonos, a hoy, un panorama angustioso de empobrecimiento, desempleo e inequidad.

Vivimos tiempos difíciles que exigen de nosotros humildad para entender lo nuevo, creatividad para afrontar las nuevas realidades y mucho compromiso para entregar los resultados que la gente espera.

Desde el comienzo entendí que la defensoría no debería seguir siendo simple fuente de opiniones, como ha sido en innumerables ocasiones, sino convertirnos en fuente institucional de información precisa, verificable y con vocación de abordar problemáticas de interés público con precisión y credibilidad.

Esa es la meta por la que estamos trabajando. No puede ser que, en plena sociedad de la información, donde la inteligencia artificial, la minería de datos y el Big Data nos entregan posibilidades inimaginables de precisar problemáticas y diagnosticar fenómenos, nosotros sigamos apelando a fuentes de información en donde es difícil establecer patrones, hacer cruces, dimensionar realidades o anticipar tendencias. La administración del riesgo, por ejemplo, en el caso de los lideres sociales, no debe ser un confuso campo de pareceres y opiniones sino un escenario de cruces de variables de multitudinaria información concreta que nos anticipen señales de peligro y nos permitan hacer un ejercicio de prospectiva informado y efectivo, que salve vidas.

Así mismo deberíamos poder hacerlo con todas las temáticas que atendemos. Los sistemas de información nos dan hoy la oportunidad contextualizar, precisar, diagnosticar, evidenciar, anticipar, alertar y evitar. Debemos dar el salto a la defensoría 4.0.

La Defensoría no está llamada a ser la antagonista permanente del gobierno de turno sino vocera permanente para la realización efectiva de los derechos de la gente. De nada le sirve al ciudadano que sus derechos sean violados si el que debe advertirlo esta peleando con el que debe solucionarlo. Eso no le sirva a nadie. Nosotros preferimos buscar solucionar las violaciones, precisando caminos para que las vulneraciones cesen y no se repitan y encontrando instrumentos oportunos para que las acciones en beneficio de niños, jóvenes, indígenas, minorías sexuales, mujeres, lideres sociales, estudiantes, victimas, tercera edad, y pacientes, entre otros muchos referentes, cumplan con sus propósitos y garanticen el goce pleno por parte de estas poblaciones. Levantaremos la voz cuando haya que hacerlo buscando siempre que los derechos se concreten.

Nosotros, entonces, no somos adversarios de las Cortes, ni de las ONGs, ni del Gobierno, ni de los jóvenes que protestan, ni de nadie en la institucionalidad. Nosotros somos adversarios del hambre, del desempleo, de la pobreza, de los discursos de odio, del maltrato, de la intolerancia, del asesinato, y de todas esas conductas violatorias de derechos que tendrán en nosotros siempre unos adversarios incansables y decididos.

Eso es lo que nos motiva, eso es lo que nos compromete y eso es lo que nos ha ocupado día a día, sin distraernos, durante este año, porque si nos distraemos va y se nos escapa alguna vulneración de derechos y eso es muy costoso en la vida de la gente y en la legitimidad institucional. Este año nos hemos acercado a la gente, oyéndola, interpretándola y asumiendo su vocería. Es un privilegio ser vocero de la gente.

La defensoría ha cumplido su deber en forma silenciosa pero efectiva. Los funcionarios han estado en el territorio haciendo mediaciones, logrando acuerdos, protegiendo el medio ambiente, evidenciando el maltrato, luchando contra el reclutamiento, al lado de las victimas, ayudando a la restitución de tierras, luchando por la inclusión, por los indígenas, por los niños, por los reclusos, en la protesta social, en la pandemia, es decir, en donde hay que estar, en donde pocos quieren estar, alzando la voz, señalando lo que hay que señalar, al lado de la gente. Así ha sido hasta hoy, y así lo seguiremos haciendo, porque es nuestro deber.

La defensoría ha cumplido su deber en forma silenciosa pero efectiva. Los funcionarios han estado en el territorio haciendo mediaciones, logrando acuerdos, protegiendo el medio ambiente, evidenciando el maltrato, luchando contra el reclutamiento, al lado de las víctimas, ayudando a la restitución de tierras, luchando por la inclusión, por los indígenas, por los niños, por los reclusos, en la protesta social, en la pandemia, es decir, en donde hay que estar, en donde pocos quieren estar, alzando la voz, señalando lo que hay que señalar, al lado de la gente. Así ha sido hasta hoy, y así lo seguiremos haciendo, porque es nuestro deber.

*Defensor del pueblo