Lo que más se afirma en nuestros medios deportivos es la afirmación de tener, el grueso público barranquillero, un desconocimiento interoceánico de los grandes peloteros atlanticenses de los viejos tiempos. Nos hemos decidido hoy a hablar un poco superficialmente –porque de otra manera no sería posible en profundidad– sobre aquel gigante del béisbol que fuera Pablo Arrieta Gambín, quien cubrió poco menos que 20 años entre nuestro béisbol y el del departamento de Bolívar
Pablo fue el más alto y el más robusto de los cinco jugadores Arrieta que fueron orgullo de nuestro béisbol. Hombre de carácter fuerte en la receptoría, chocar con las 180 libras que pesaba en su primera juventud o de pronto más adelante en la treintena de su vida, con las 230 que llegó a pesar.
Lo que se dice jugar béisbol con alma, vida y corazón, ese era Pablo Arrieta primero en el estadio Juana de Arco, luego en el estadio llamado ‘mariconamente’ municipal, que parecía la preocupación principal de los dueños del inmueble, como cosa que se lo pudieran robar a la vuelta de la esquina. Realmente, muy pocos jugadores pudieron decir en Colombia que fueron actores de tres estadios barranquilleros. Y encima la temporada de Pablo en Cartagena, donde dejo innumerables amigos y admiradores.
Pablo era lo que se dice un fajador en el plato, para este comentarista que lo vio jugar en todas sus facetas juveniles y maduras era la viva estampa de lo que se dice un catcher, fajándose de veras con los corredores que venían hacia el home. Y si faltaba una definición más de cómo jugaba Pablo, como bateador era terrible. Una vez hicimos en el diario La Prensa una broma con él relatando que pego un batazo en ‘la matuna’ y como el ferrocarril de Cartagena a Calamar pasaba por el centerfield, la pelota cayó en un vagón, yendo a parar en Calamar el concurso ‘mamadorcito de gallo’, como dicen ahora afirmamos que aquel batazo tuvo 140 kilómetros de distancia.
Confesamos hoy que la figura de Pablo Arrieta contaba con nuestra mayor admiración, y el solo hecho de haber fallecido su hermano Tomás, motivó que Marco Aurelio Vásquez y este autor candidatizáramos a Tomás para que llevara su nombre el nuevo estadio de béisbol. El mismo que hoy quieren arrancar de la mente y la conciencia del público barranquillero, como si los héroes deportivos estuvieran a juicio del mejor postor.
Como se recordará, en Barranquilla se le hizo al ‘Venao’ Flórez el más grande homenaje que se recuerde en la historia del béisbol colombiano. Y por aquello que dice que “segundas partes nunca fueron buenas”, el que un grupo periodístico llevó a cabo en el parque tomasino, teniendo a Pablo como la máxima figura de aquel homenaje, así como lo ofrendado al ‘Venao’ fue algo extraordinario, lo que se reunió para exaltar la figura de Pablo, fue un rotundo fracaso.
Hoy entregamos a nuestros lectores la figura de Pablo Arrieta, el más grande receptor del béisbol que ha tenido Colombia, sin que haya el menor asomo de controversia histórica.