La democracia es sobre quién ejerce el poder público. Es el ejercicio del poder por los ciudadanos. El liberalismo se preocupa por limitar el poder, para que no sea absoluto, dado que los ciudadanos tienen derechos que anteceden la intervención del Estado. El derecho liberal restringe la intervención del poder político (Fareed Zakaria).
En nuestro caso, los principios liberales no se cumplen por igual para todos y ha sido muy lento el proceso de ampliación de la democracia para las mayorías. De ahí, los acostumbrados manejos de unas minorías para que los resultados electorales convengan a los de siempre; tejiendo irregularidades, infracciones, fraudes y mentiras, y enarbolando argumentos descarados de que el poder solo lo podían ejercer legítimamente ellas y que no podía haber nuevas mayorías.
Quienes desde hace más de 200 años han ostentado el poder, por primera vez lo pierden a través procedimientos democráticos. Por ello, empiezan a poner límites y barreras a los nuevos gobernantes (antes de que se instalen) para que no pisoteen los derechos de minorías privilegiadas; derechos que ellos siempre han pisoteado para las mayorías, contrariando la Constitución y el pensamiento liberal. Nunca se preocuparon por desarrollar elecciones auténticamente libres y transparentes. El control del proceso electoral, que siempre han ejercido, era especialmente compatible con los derechos individuales de unos pocos. Cuando las elecciones y los votos estaban alineados con esos derechos este proceso se consideraba perfecto; pero cuando se alinearon con los derechos de los ciudadanos, entonces, es catalogado de ilegítimo y antidemocrático. En contra parte, las mayorías electorales que eligieron al nuevo gobierno tienen la expectativa de que su participación esté en la línea del respeto y protección de sus derechos. Las dificultades que tendrá el nuevo gobierno, y que empiezan a advertirse, tienen que ver con sectores que quieren presentarse como defensores de los intereses ciudadanos, cuando en realidad solo se preocupan por los suyos.
En los últimos 20 años, las elecciones han producido poderes nacionales y subnacionales fuertes, sin control, con pérdida de libertades civiles y sociales y con una acentuada violación de derechos humanos, lo cual niega la existencia de una democracia liberal. Se ha pretendido resolver todo por la fuerza, desde el Estado, defendiendo el derecho a tener gobiernos fuertes para salvar al país, cuando en realidad han sido un peligro para la democracia. Esos gobiernos fuertes, desde el Frente Nacional, han pisoteado y eliminado derechos. No es que los gobiernos no deban ser fuertes y estables, representativos, responsables y capaces, sino que deben estar basados en su sometimiento al imperio de la ley. Es esto lo que no ocurrió bajo el actual gobierno, que aceleró su carácter autoritario para imponer una democracia no liberal. Ahora, con algo de arrepentimiento, reclama de dientes para afuera, una democracia liberal.