La figura del toque de queda es una medida excepcional instaurada para garantizar la seguridad ciudadana frente a diferentes amenazas, de tal forma que aunque es restrictiva y radical, su objeto es velar por el orden público y por la gente, como en este crucial momento de la historia de la humanidad, con la pandemia provocada por el avasallante COVID-19.

En Barranquilla la medida fue tomada tardíamente y la causa es la ya conocida y escandalosa emergencia que enfrenta la ciudad. La decisión del alcalde Pumarejo al decretar el toque de queda dejó abiertas algunas ventanas para el libre funcionamiento de un sector del comercio y de la movilidad. He ahí parte del problema. Este toque de queda es en realidad un toquecito y no solo por la chabacanería reinante en todos los estratos sociales, sino por las alternativas legales que permiten la continuidad del contagio, este sí imparable.

Es inexplicable que se apunte sólo a la indisciplina social, tanto de los sectores vulnerables como los de la “alta sociedad” y los expertos no analicen, ni discutan las libertades que se les otorgan a algunos servicios no indispensables como los domicilios. Estos son una buena oferta de la vida moderna para el confort del ciudadano o para resolver verdaderas urgencias. Solo que en esta crítica situación que enfrentamos es de mucho riesgo.

Es decir, se restringe la movilidad total de la mayor parte de la población, pero otros sectores, como los miles de Rappi, o muchachos de las tiendas o “domiciliarios”, como se les ha dado por llamarlos, siguen prestando sus servicios para ganarse la vida, sin la protección y sin las precauciones debidas. Es claro que el domicilio es una riesgosa cadena vinculante del virus por la falta de control sanitario como se presta. Una situación se desprende de otra. La fractura educativa de nuestra sociedad y el marcado desempleo ha llevado a miles de personas a trabajar en este nuevo oficio en aras de la comodidad de otros tantos.

Los decretos que establecen los toques de queda dan la oportunidad para que algunos servicios esenciales sigan operando, generalmente los de salud, que en este momento son prioritarios, y los de transporte masivo de alimentos hacia centrales de abasto.

Los gobiernos anuncian con antelación este tipo de medidas, como en el caso de Barranquilla y el fin es el abastecimiento alimentario indispensable, por dos días y medio, un periodo menor que el de El Bogotazo en el 48 o la cuestionada elección presidencial de 1970. Y mucho menor que cualquiera que enfrentaron las ciudades europeas de la Segunda Guerra Mundial o los pueblos palestinos o israelitas de los últimos tiempos. Que nadie diga que Coca Cola y pizza para ver Netflix en casa, forman parte de alimentos básicos de la canasta familiar.

Coletilla de Pico y cédula: es indispensable replantear la fórmula del pico y cédula debido a que quienes tienen 0 y 1 solo podrán salir media jornada de los sábados de junio, un día sin oficinas públicas y sin muchos bancos.

mendietahumberto@gmail.com