La reciente extensión del Hay Festival a la Universidad del Norte nos trajo la visita de la brillante y controvertida economista Deirdre McCloskey, graduada en Harvard y profesora de la Universidad de Illinois en Chicago. Desde hace años es famosa por sus trabajos sobre historia económica y el uso de la retórica en Economía, abriendo fuertes polémicas dentro de la misma teoría neoclásica, aún hoy predominante en los programas de Economía a pesar de tantas crisis y “fallas del mercado”. McCloskey es también reconocida por sus cuestionamientos al uso exagerado de los famosos “niveles de significación” con los que muchos economistas descrestan a sus audiencias, distinguiendo entre significancia estadística y significancia económica, aunque ella se reclama una economista muy cuantitativa también.
A pesar de ello, McCloskey es una partidaria militante de las libertades económicas en la sociedad capitalista y lógicamente de las libertades políticas. Formada en las tesis de Hayek y la Escuela de Chicago, no se le puede confundir con tantos neoliberales ramplones que abundan en nuestro medio. Sin embargo, está convencida de que los éxitos del capitalismo europeo no se dieron por la acumulación de capital ni por las instituciones que permitieron la creación del capitalismo anglosajón, sino por la fuerza de las ideas que la burguesía de esa época se propuso impulsar y defender. Ello lo consigna en los tres tomos de su obra La era burguesa, en la cual defiende sus tesis a favor del capitalismo liberal, insistiendo en los valores y la ética que la burguesía impulsó en Occidente, y criticando la interferencia de las regulaciones estatales. Su obra sin duda despierta mucha polémica frente al trabajo de muchos historiadores del capitalismo y lógicamente opuesta a las visiones marxistas y heterodoxas que no embellecen la dramática historia del capitalismo.
En la conversación que tuvimos con ella reconoció que apenas había leído el Tomo I de El Capital en su época de joven y revoltosa. Pero insistió en que los economistas deben leer los originales de los grandes autores de la economía como Smith, Ricardo, Marshall y Keynes, por ejemplo, incluido el mismo Marx. Es algo que no se hace ya en los programas de economía, reducidos al estudio de manuales que dejan mucho que desear. Es más, en algunos programas los neoclásicos modernos sugieren suprimir los cursos de Pensamiento Económico y algunos más avezados se atreven a sugerir eliminar los cursos de Historia Económica. Uno observa que la ignorancia es bien atrevida, pero ocurre todos los días.
Uno no tiene que estar de acuerdo con las tesis de McCloskey. Pienso que en nuestras sociedades nuestro problema en muchas regiones es precisamente la falta de Estado, donde agentes “libres” de la criminalidad se toman los territorios. Un colega le preguntó sobre la legislación del salario mínimo, la cual ella sugirió abolir, ya que el salario mínimo reducía las posibilidades de empleo de los más pobres. En muchos países escandinavos, en efecto, no hay salario mínimo, pero gozan de pleno empleo y un elevado grado de desarrollo. Acá no me quiero imaginar lo que abusarían muchos capitalistas salvajes de una decisión de ese estilo. Su defensa del libre mercado a pesar de la Gran Recesión del 2008, con todo el sufrimiento que trajo, no me convenció mucho, pero sin duda toca conocer su polémica obra. Te obliga a pensar.