Los barranquilleros y atlanticenses estamos asistiendo hoy al proceso de concentración de poder político, económico, social y cultural más escandaloso que alguno pudiese recordar por aquí. En el pasado, las principales casas políticas (Name, Char, Gerlein, Cepeda) negociaban entre sí y buscaban fórmulas de acuerdo al margen lógicamente de nuestra escasa sociedad civil, que en Barranquilla casi ni existe. A veces no había acuerdos, se desataba la competencia, necesaria para todo proceso algo democrático. Los movimientos alternativos se fueron extinguiendo ante la debacle del Movimiento Ciudadano. Hoy, el actual espectáculo de ver a Cesar Gaviria arrodillado al poder local, buscando alianzas para sobrevivir en el Caribe, no deja de ser lamentable. El grupo dominante local, consciente de sus problemas con Vargas Lleras, ya se ha acercado al uribismo y también ahora a lo que queda del liberalismo, para subsumirlo y volverlo apéndice de sus ambiciones regionales y nacionales. Ya no les basta manejar los $3,3 billones del Distrito. Ahora van por $1 billón de la Gobernación, con la dupla Pumarejo-Noguera. Hasta creen que tienen candidato presidencial, de cachucha, para atraer votos en el resto del país. A pesar de lo que alegan sus escribidores a sueldo, no le veo muchas posibilidades, pues no tiene un discurso nacional. ¿Alguien le ha oído hablar de política macroeconómica?, ¿de desarrollo regional?, ¿de la paz?, ¿qué hacer en materia de reforma política y de justicia? Creo que es bueno y carismático en el discurso local, el del barro, el del concreto como símbolo del desarrollo en una ciudad que se hunde en la inseguridad, en la informalidad y el desempleo juvenil. Ojalá pueda hacer unos cursos intensivos para lograr ese discurso, pero imaginémoslo enfrentado con Fajardo, Petro, Vargas o Lleras u otro del uribismo.
Los investigadores sociales deben examinar lo que pasa en nuestra gobernanza local. El caso es muy atípico, pues uno nunca había visto a gremios, empresarios y a los políticos de las otras casas tan obedientes y sumisos. Si siguen así, los últimos desaparecerán. Jon Pierre, en su libro The Politics of Urban Governance, nos habla de la gobernanza urbana gerencial, la corporativa, la de pro-crecimiento y la del bienestar. Acá encontramos una que parece empresarial, pero es monopólica y asfixiante, se interesa sin duda por lo social, pero maneja muy bien la contratación y los lazos clientelares que desata, hace crecer la ciudad pero a costa de un endeudamiento hasta el 2034. Ya están listos para meternos en el famoso Tren Ligero, que le costará al Distrito más de $530.000 millones, una propuesta que poco resuelve el problema del sistema del transporte masivo, pues ni entra en Soledad, ni llega a Malambo, mientras el Transmetro languidece. Ni hablar de la propuesta de su candidato a alcalde Jaime Pumarejo, quien desea meternos en el lío del Superpuerto, cuando no hay carga ni para los muelles actuales, en su afán de salvar con recursos públicos a los poseedores de esas licencias portuarias. Que lo hagan con recursos privados, que se arriesguen si son empresarios de verdad, pero no con mis impuestos.
En lo referente a la contratación en el Distrito, hay que decir que desde el 2008, cuando Alex Char se reunía con las ONG, le decíamos que era importante manejar la contratación en forma transparente y democrática, después se lo repetimos a Elsa Noguera y poco caso hizo. Hoy seguimos en las mismas, a pesar de las apariencias. Es otro debate que dejo para próxima entrega.