En mala hora se le ha ocurrido al presidente Duque empezar una batalla campal en contra del consumo de drogas y zambulló a la marihuana en esa lid. Aclaro que en este artículo siempre me estaré refiriendo al consumo de la hierba por parte de adultos, personas mayores con conocimiento de causa, y excluyo toda referencia a los niños como consumidores: ese es un horror que solo la prevención mediante la educación de padres e hijos se corrige. Insisto que hablo del consumidor maduro que conoce lo que disfruta y hace al fumar la hierba, que muchos médicos están recetando para el dolor a personas que sufren padecimientos realmente aterradores porque el canabidiol que tiene la marihuana logran obtener efectos analgésico y tranquilizante. Hablo de consecuencias de la quimioterapia o la radioterapia y del cáncer mismo en su nivel IV y de otro tipo de enfermedades de las que llaman huérfanas, que poco se sabe hacer con ellas y minan las defensas de sus víctimas.
La noticia de la persecución del varillo, aunque se sigue hablando de dosis personal, me llevó a guardar un texto que puso en su muro de Facebook el gerente general de la IPS Restaura tu Vida, institución especializada en atención a consumidores de sustancias sicoactivas en Sucre. Don Pablo Badel Rey, dice: “Suben el presupuesto para comprar armas, bajan el de educación y la gente celebrando un decreto que le da poder a la policía para ser más arbitraria de lo que ya es. Tal como ocurrió en la época de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos los indicadores de consumo se disparan, los ‘polijíbaros’ cobrarán por liberar zonas para el traqueteo local o se quedarán con el negocio. ¿Cuándo cambiaremos el chip en el país del Sagrado Corazón?” A esto mismo se refirió el expresidente Gaviria en una entrevista de dos noches que le hizo Yamid Amat: hacía la misma referencia de Badel pero añadía que fue esa prohibición la que fortaleció y constituyó la mafia italiana, viva hasta el día de hoy.
En cuanto al consumo infantil, que me espanta y hay que prevenir con educación y mucha creatividad así como con justicia social para cerrar la brecha existente, es muy difícil que le vendan un cigarrillo de marihuana a un niño y que lo prenda en el colegio, porque es como una boleta de captura: tiene un olor bastante pegajoso muy reconocido (aunque todos dicen que jamás fumaron) y el humo viaja lejos. A los niños los están intoxicando con drogas de diseño industrial, tipo éxtasis o metacualona, que son cocidas con dulce y entonces les regalan la bolita y cuando son adictos (muy pronto), como no tienen para pagar los convierten en correos, en jíbaros al interior del colegio o los prostituyen. Los fumadores de marihuana son adultos tranquilos que lo hacen por diversión y relax o para calmar un dolor. La educación y la igualdad nos harán libre y de allí devienen los programas y fórmulas para acabar el consumo en menores de edad sin que intermedien los uniformados.
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