El niño que hace matoneo no es malo, no es ‘una lacra’, no es ‘un malandro’, no es un ‘hampón’, y no es ‘un problema permanente’. El niño que hace matoneo es una víctima, pero la sociedad todavía no ha podido entenderlo, y, por ende, tienden a condenarlo antes de siquiera llegar a la adolescencia.
Ahora, antes de comenzar esta columna, para mí es importante dejar claro que no soy terapeuta, y que tampoco soy mamá, y que quizás por eso, hay mucho que todavía no entienda, y que quizás también por eso, muy probablemente a esta teoría le haga falta un pedazo, pero aún así creo que es fundamental que abordemos esta problemática que todos los padres de familia y los docentes de colegio, deberían tener presente.
Esta semana el mundo se estremeció con la noticia del niño estadounidense de doce años, Drayke Hardman, que se quitó la vida ahorcándose con el cordón de su capucha, pues otro niño le hacía tanto matoneo, que simplemente ‘no aguantó más’. Y a partir de ahí, la conversación se abrió para que todo el mundo diera su opinión.
Y sí, mucho se habló acerca de la importancia de enseñarles a los niños de que si están siendo víctimas de matoneo, deben alzar la voz para que la situación sea controlada. Mucho se habló acerca de la importancia de brindarle ayuda a esos niños que están siendo víctimas constantes del ‘bullying’, y mucho se habló acerca de la depresión y del suicidio. Pero no muchos hablaron acerca de la otra víctima de esta historia, y de la que precisa ayuda profesional urgentemente.
Necesitamos darle también la mano a ese niño o a esa niña que hace matoneo, pues tiene tan poquito amor propio, y tan poquita autoestima, que cree que para tenerla es necesario robársela al otro, que cree que para sentirse bien, es necesario hacer sentir mal al otro, y que cree la seguridad solo se consigue haciendo sentir inseguro al otro. Pero el gran inconveniente es que para hacerlo, los padres de familia deben estar abiertos a aceptar la situación, y deben estar abiertos a mirarse al espejo para poder hacer algo al respecto,
No tiene nada de malo equivocarse como padres (todos necesariamente nos vamos a equivocar), pues al fin y al cabo, criar hijos es algo difícil, y lo que le sirve al uno, puede que no le sirva al otro, pero sí tiene ‘algo de malo’ no ser capaces de reconocerlo. Si un niño hace matoneo es porque algo tiene que cambiar en casa, y los padres responsables deben estar dispuestos a enfrentar la situación, y a darle la gravedad que se necesita.
Si un niño hace matoneo, necesita terapia, pero constantemente nos enfrentarnos a padres que o no se enteran de absolutamente nada, o creen ‘que su hijo o su hija está bien’ porque es líder, porque tiene amigos, y porque ‘son los otros los que deben aprender a ser fuertes, pues este mundo no es para débiles’. Y eso es lo que tiene a esta sociedad dando vueltas sobre lo mismo.
Tanto padres como docentes deben aprender que todos estos niños son víctimas, y por esta razón, ni los unos pueden tratar de tapar el sol con un dedo, ni los otros tienen derecho a ‘meter dentro de una caja’ a los que acusan de ser crueles victimarios, cuando todavía están aprendiendo, pues todo eso va formando un carácter que luego en la adultez se puede convertir en una tragedia.
Es hora de cambiar el discurso. Es hora de cambiar la perspectiva. Es hora de volver a ver a todos como lo que son: niños que repiten lo que ven y lo que escuchan.
Porque la única manera de cambiar el mundo, es rompiendo lo que de generación en generación, se ha venido formando.