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Una victoria brillante del clasicómano belga, de 25 años, el más fuerte y ambicioso entre los cinco hombres que protagonizaron la fuga del día, quien en solitario hizo los últimos 10 kilómetros para dar a su equipo la segunda victoria consecutiva tras la alcanzada por Greipel.

Wellems, doble ganador del Eneco Tour y del Gran Premio de Montreal y este año de una etapa de la París Niza, llegó eufórico con un tiempo de 4h.40.05. A 1.19 minutos el danés Fuglsang (Astana) y el ruso Zakarin (Katusha), a 1.22 Dumoulin, y Alejandro Valverde a 1.36, perdiendo segundos respecto a los colombiano Esteban Chaves y Rigoberto Urán, pero por delante de Nibali y Landa, que se dejaron 7 segundos respecto al murciano.

Dumoulin defendió el maillot rosa con uñas y dientes, salió al ataque que lanzó Nibali a 3 de meta y luego le dejó plantado. Se mantuvo al frente, ahora con Fulgsang a 26 segundos y Zakarin a 28. Valverde es sexto a 41, mientras que Nibali pasa a la novena plaza a 6 segundos del murciano. Landa a 27, se aleja un poco más en la pelea de favoritos.

Había expectación ante la primera etapa con final en alto. Comenzó con lluvia, pero el agua no arrugó el ímpetu de los aventureros. No faltó la escapada del día, esta vez con el italiano Bisolti (Nippo), el albano Zhupa (Wilier) y el ruso Kolobnev (Gazprom), trío que llegó a alcanzar los 6 minutos de ventaja.

A 60 de meta cedió Kolobnev, pero se incorporaron el luxemburgués Didier (Trek), el holandés Ligthart y el belga Wellems (Lotto). Una fuga ya de cinco que ganaba entidad y tiempo de diferencia, pues pasó de estar prácticamente anulada a 8.43 minutos de adelanto a 34 kilómetros de meta.

Las labores de aproximación del Giant se frenaron. No había peligro porque los escapados no hacían peligrar el maillot rosa de Dumoulin. El holandés se conformó con rodar junto a los favoritos sin malgastar las fuerzas, que luego harían falta para la hora de la verdad, en el ascenso a Rocarasso, un puerto de segunda de 17 kilómetros al 4,5 por ciento de pendiente media y rampas complicadas de hasta el 12, con un buen repecho a pocos kilómetros de la línea.

Se trataba del primer escenario de la 99 edición del Giro para que salieran a escena favoritos, la hora de quitarse las máscaras y mostrar cómo están las fuerzas de cada uno. Mientras Wellems tomaba la iniciativa por delante y abría hueco, en el pelotón la iniciativa se la apropió el Astana de Nibali, imponiendo un elevado ritmo que impedía cualquier movimiento.

Dos luchas diferentes, por la etapa y por la general. Ambición en la escuadra kazaja, con una aceleración de Fulgsang que mostraba las intenciones de Nibali, rodeado por todo su equipo en cabeza. Reacción del Giant de Dumoulin y tranquilidad en Valverde y Landa. La meta aún estaba a 13 kilómetros.

Wellems fue a lo suyo. Se acopló en la bici en postura aerodinámica y se fue a por la primera etapa en una prueba grande. Y lo logró con clase, haciendo inútil la persecución en principio de Fuglsang y del bielorruso Siutsou (Dimension) y del resto de favoritos, que no se atacaron hasta el final.

Lo intentó Nibali, con un ataque blando, sin continuidad, que lo único que hizo fue espolear a Dumoulin, que salió disparado, adelantó al Tuburón y se unió al primer grupo perseguidor de Wellems junto a Zakarin. El resto esperó al último repecho, donde Valverde aceleró para arañar otro puñado de segundos a Nibali y Landa.

Después de la primera cita con la montaña llega la séptima etapa, en teoría otra buena oferta para los velocistas en el trayecto de 211 kilómetros entre Sulmona y Foligno. Un puerto de tercera y otro de cuarta salpican el terreno, sin dificultad alguna.