Minas antipersona, bombas, morteros y tiros de fusil mutilaron a al menos 34 veteranos de guerra y víctimas de conflictos armados que ahora compiten por medallas en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro.
Los conflictos de Iraq y Afganistán son los principales responsables de engrosar las filas de los equipos paralímpicos, puesto que al menos 16 de ellos participaron en esas contiendas.
Pero también están presentes en Río heridos de las minas sembradas en los campos de Colombia, el Congo o Bosnia Herzegovina y víctimas de la violencia urbana en Brasil, que causa muertes similares a las que suceden en países en guerra.
La situación no es nueva, puesto que el propio movimiento paralímpico nació precisamente de la voluntad del médico judío alemán Ludwig Guttman de organizar una competición deportiva para los soldados británicos que sufrieron lesiones medulares en la Segunda Guerra Mundial.
Esa competición precursora de los Juegos Paralímpicos tuvo lugar en la localidad de Stoke Mandeville, donde se afincó Guttman tras huir de los nazis, coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948.
En Río 2016 Estados Unidos es el país con más veteranos de guerra, diez en total, y entre ellos cuenta con el nadador Bradley Snyder, que se quedó ciego 2011 por la explosión de una bomba en Afganistán mientras participaba en una misión de rescate.
El nadador de 32 años se ha colgado dos medallas de oro, en 400 metros libres y 50 metros libres, y una de plata, en 100 metros espaldas.
Los otros países con veteranos de guerra son Gran Bretaña, Israel, Bosnia, todos ellos con cuatro; Sri Lanka, con tres; Australia, Holanda y Turquía, con uno.
El Congo está representado por tres víctimas de minas, que llegaron a Río con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja, que les incluyó en un programa de rehabilitación, les suministró equipos ortopédicos y les brindó apoyo para entrenar en Kinshasa.
Colombia llevó a Río a un levantador de peso, el cabo Fabio Torres, a quien una mina del Ejército de Liberación Nacional (ELN) le amputó una pierna en una zona selvática de la región del Catatumbo, en la frontera con Venezuela.
Aunque nunca pisó un país en guerra, la brasileña Patrícia Pereira se puede sumar a la lista de víctimas de la ola de violencia urbana que convierte a su país en el líder mundial de asesinatos, con casi 60.000 al año.
Patrícia se quedó tetrapléjica en 2002 cuando un ladrón le disparó en el cuello mientras trataba de robar la tienda en la que trabajaba en Vitoria, unos 520 kilómetros al noreste de Río de Janeiro.
La lesión le obligó a dejar las canchas de baloncesto, pero no abandonó el deporte. Comenzó a nadar y en Río ha llegado incluso a una final, de 50 metros braza, en la que acabó quinta, y este sábado volverá a la piscina para los 50 metros libres.