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La nueva realidad dio esta noche un paso más con el feliz regreso de LaLiga 95 días después de su obligado parón, tras la pandemia de coronavirus que tantas miles de vidas se ha cobrado en España, y fue con el derbi sevillano más extraño, 'triste' y desangelado de su historia al faltar sus aficiones: la esencia del fútbol.

No había mejor partido para reanudar la competición, con estrictas medidas, eso sí, de prevención y de seguridad para evitar posibles rebrotes de la COVID-19, que un Sevilla-Betis, en este caso en un Ramón Sánchez Pizjuán vacío, desolado, en silencio, silencios que se 'escuchaban', pero desgraciadamente sin público en las gradas.

Sin las previas de antaño, con los bares del entorno del estadio cerrados y los escasos aficionados que decidieron recibir a los equipos con mascarillas, guardando la distancia de seguridad, el 'derbi de los derbis' se lo llevó el Sevilla, que fue muy superior, aunque encarriló su triunfo con un discutido penalti que será tema de conversación entre las familias, amigos o compañeros de trabajo.

En un contexto atípico, un derbi histórico por el momento actual que se vive, se escuchaban las voces de los jugadores, de los técnicos, en un estadio desolado, sin gente en sus entrañas en el partido de las emociones. Es el punto de tristeza para un choque más que centenario.

En las casas y los bares de las zonas más alejadas del barrio de Nervión sí hubo pasión, porque este derbi, con o sin público, sigue siendo la cita balompédica más esperada en una ciudad tan futbolera, un signo de identidad que escinde en dos a Sevilla, un torrente de pasiones y de sentimientos cruzados entre familias, amigos o vecinos.

La ilusión colectiva que despierta siempre un derbi se volvió a vivir, de otra manera, en la nueva realidad, sin el ambiente ni el colorido que se genera alrededor de alguno de los dos estadios de ambos clubes: el Sevilla, en Nervión; y el Betis, en Heliópolis.

Al final, no obstante, los aficionados de uno y otro bando son vecinos, familia, amigos, con los que comparten momentos e ilusión, los mismos que han coincidido durante estos tres meses de confinamiento en los balcones para los aplausos a los sanitarios y los demás colectivos que han trabajado en primera línea contra el coronavirus.

Y fue el derbi sin aficiones, pero también el de la melancolía y la nostalgia, porque todo el mundo, como la sociedad, ha tenido que cambiar sus hábitos, tan marcados en el sentimiento identitario de los sevillanos. Los socios no han podido entrar a su estadio, a su casa, ni tampoco el millar de béticos que tradicionalmente acompaña a los suyos a terreno 'hostil', al Sánchez Pizjuán.

Durante este derbi especial, histórico por tantas razones, se vivieron momentos muy emotivos, empezando por el impresionante minuto de silencio en memoria de todas las víctimas de la COVID-19, el Himno del Centenario sevillista grabado desde sus casas por representantes del sevillismo o el homenaje a Antonio Puerta y Miki Roqué.

A partir de ahora, se desatarán los comentarios, las opiniones, los puntos de vista, como debe de ser siempre en un derbi, con el alegrón de los sevillistas, por un resultado que quedará para la historia por todas las circunstancias que rodearon al partido en el regreso de LaLiga, y la paciencia de los béticos para aguantar el chaparrón.

Pero la vida seguirá, se quedará en el recuerdo el sentido minuto de silencio dedicado a las miles y miles de víctimas del coronavirus, icono de todas las lágrimas derramadas por la ciudadanía ante una tragedia de la magnitud de la que se está viviendo, y de paso la reivindicación del fútbol, un deporte y un sentimiento definido como lo más importante entre las cosas menos importantes.

Y el deseo de los futboleros, tras este derbi al que seguirán diez partidos más para cada equipo en apenas un mes, de que vuelva el fútbol de verdad, en su estado natural, con las aficiones en las gradas para darle sentido, y que quede siempre la memoria eterna a los miles y miles de fallecidos en esta pandemia.