El cambio de residencia y de entrenador no ha modificado el carácter competitivo de la atleta colombiana Caterine Ibargüen, campeona olímpica de triple salto, que, con miras a los Juegos de Tokio, asegura tener 'los mismos objetivos y la misma ambición' de cuando hizo su debut olímpico, en Atenas 2004.
'Creo que todavía puedo tener un gran resultado en los próximos Juegos. Mis objetivos y mi ambición lucen tanto como cuando hice mi debut olímpico en Atenas. Quiero estar al máximo nivel para seguir disfrutando de este bello deporte y acabar con una medalla olímpica', afirma en el portal de World Athletics
Cuando supo que los Juegos de Tokio se posponían por la pandemia sufrió una fuerte conmoción. 'Me produjo una gran tristeza, pero después, una vez que se vio la evolución del virus, adquirí una gran paz mental y pensé que era lo mejor. El aplazamiento me dio más tiempo para conocer mejor a mi nuevo entrenador y a adaptarme a los nuevos cambios y al nuevo país', afirma la colombiana.
Con 37 años, Ibargüen ha cedido el protagonismo en el triple salto mundial a la venezolana Yulimar Rojas, doce años más joven, que ha ganado los dos últimos títulos mundiales y a quien reconoce como 'el nuevo icono del triple salto femenino'.
La colombiana ha dejado a su antiguo entrenador, el cubano Ubaldo Duany, para trabajar bajo la dirección de Jorge Pichardo (padre de Pedro Pablo, cubano nacionalizado portugués, nuevo campeón de Europa de triple en pista cubierta) y ha cambiado su campamento base de Puerto Rico por la ciudad portuguesa de Setúbal, sede del grupo.
Pese a los problemas derivados de la pandemia, Ibargüen confía en reanudar la competición en abril o mayo, con el propósito de recuperar su mejor nivel 22 años después de su debut internacional, entonces como saltadora de altura, en los Mundiales sub-18 de Bydgoszcz (Polonia).
Atrás quedaron sus problemas físicos derivados de una fascitis plantar que perturbó su temporada 2019, en la que, considerada la mejor atleta del año 2018 por la IAAF, se proponía recuperar en Doha el título mundial que había obtenido en Moscú 2013 y en Pekín 2015.
Pero su lesión en la planta del pie izquierdo trastocó todas sus expectativas. 'Empecé mi temporada 2019 con expectativas de hacer las cosas mejor que en años anteriores, pero el dolor me lo impidió. Una fascitis plantar acabó con mis sueños, pero no me rendí, quise competir en Doha', explica.
Pese a sus problemas de preparación, Ibargüen sacó partido de su carácter competitivo para lograr en la capital catarí una inesperada medalla de bronce con una marca de 14,73 metros, subiendo al podio junto a Yulimar Rojas y la jamaicana Shanieka Ricketts.
'Mi objetivo en Doha era ganar una medalla. 2019 había sido un año difícil, de mucho dolor, pero quería competir bien en los que podían ser mis últimos Mundiales. Aquella medalla de bronce me hizo muy feliz, porque nadie más que yo, y los de mi alrededor, sabíamos los sacrificios que tuve que hacer para subir al podio', subraya.
Su longevidad deportiva no obedece a ningún secreto: 'Creo que se basa en el entrenamiento. Cada entrenador con el que he trabajado ha hecho una gran contribución a mi trabajo que se refleja en mi rendimiento. Pero la pasión, el amor y el respeto que tengo hacia el deporte, que se refleja en mi disciplina y perseverancia, también ha sido muy importante'.