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Hubo lluvia y hubo lágrimas. Abrió Wimbledon dos años después y lo hizo bañado por el chaparrón londinense, que trastocó la jornada, ralentizó los partidos y produjo una jornada despedazada en la que reinó Andy Murray, vencedor cuatro años después.

Las lágrimas de su madre Judy en el palco de la pista central llevaban en ellas las mismas emociones que cuando su hijo reinó en el All England Club 77 años después de Fred Perry. Murray, que se dio por retirado y que ha sufrido innumerables operaciones en la cadera para garantizar su movilidad, venció a Nikoloz Basilashvili (6-4, 6-3, 5-7 y 6-3) para tocar la gloria cuatro años después.

Una gloria diferente a la de cuando luchaba por el título edición tras edición, pero igual de sabrosa. Pasadas las diez de la noche, Murray tenía en vilo a la colina de Wimbledon y a la pista central, ansiosa por ver a su ídolo. Pese a un despiste en el tercer set, que hizo más épica la victoria, Murray reclamó su sitio en la moqueta verdad. 'Aún puedo competir contra los mejores', exclamó el chico de Dunblane que por fin volvió a sentirse tenista.

Ahora el británico jugará el día miércoles contra el vencedor del partido entre el alemán Oscar Otte y el francés Arthur Rinderknech, quienes no pudieron terminar su juego por falta de luz cuando estaban 9-9 en el quinto set, por lo que culminarán a primera hora del martes.