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La selección española se despidió de la Eurocopa con honores en la tanda de penaltis, con los fallos de Dani Olmo y Álvaro Morata, para quedar a puertas de una final merecida tras una lección de buen fútbol ante la que se mantuvo en pie una Italia que rebajó belleza pero no eficacia, para acabar salvada por Donnarumma.

Esta vez salió cruz. La fortuna dio la espalda o la falta de acierto dio la cara en una tanda de penaltis que castigó el mejor partido de España en el torneo. Un equipo con identidad que no encuentra techo, que ya había cumplido las expectativas y se ha vuelto a ganar el respeto del mundo del fútbol en un rodaje para el Mundial de un grupo de futbolistas que regresan a casa con la cabeza alta.

España acarició la excelencia como al balón en un duelo de alta escuela. Ganó el fútbol en el enfrentamiento de dos bloques sin una estrella de referencia. Dos equipos que crecen desde el balón y batallaron por adueñarse de él. Una misma idea con mejor interpretación de la posesión de España pero mayor sensación de peligro italiana, con dinamita arriba.

Luis Enrique ya es el ganador. Daba igual el resultado. La Eurocopa le deja como el gran vencedor de España por la evolución de un grupo de jugadores que compiten sin complejos con una dirección impecable. La mano del entrenador en un grupo plagado de jugadores inexpertos en fases finales. Nadie dominó a una Italia intocable hasta que ellos desataron una lectura perfecta de la posesión. Ambas selecciones representan la máxima expresión futbolística de la presión. Ejecutada a la perfección.