La Copa América de Brasil se acerca a su fin después de casi un mes en el que ha pasado casi inadvertida en el país del fútbol, con peores audiencias que la Eurocopa, un impacto negativo en redes sociales y una afición local que sólo miró de reojo lo que ocurría en un torneo desprovisto de alma.
Sin público en las gradas, ni la posibilidad de recibir turistas, la competición continental se ha vivido con escaso entusiasmo en un Brasil asolado por la pandemia, con cerca de 20 millones de positivos y casi 530.000 muertos.
El desinterés del público brasileño ha sido notorio y la movilización social que normalmente rodea a la Canarinha en las grandes citas, inexistente.
Las restricciones sanitarias por la covid-19 han tenido parte de la culpa, así como el clima de luto que atraviesa el país de norte a sur, que también lidia con índices de desempleo récord.
'Que yo recuerde es el torneo que generó más desinterés. Ni en mis pesquisas consigo acordarme de otro igual', afirmó a Efe Lívia Magalhaes, profesora de Historia en la Universidad Federal Fluminense y autora de varios estudios sobre historia del fútbol.
Según Magalhaes, ese 'desgaste' por la crisis sanitaria después de dieciséis meses 'sin respiro' se ha unido a otros factores de corte político, como la forma en que se trajo la Copa América a Brasil, a última hora y con la bendición del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
'Tenemos que afrontar que no estamos en un momento de conmemoraciones en Brasil y la Conmebol ignoró eso de una forma absurda', apuntó.
También pesó, según la historiadora, la postura de los jugadores, que pasaron de airear un posible boicot a abrazar el torneo. Una vez la pelota empezó a rodar sus críticas se centraron apenas en el mal estado de los terrenos de juego.