El Barcelona ofreció su mejor versión de la temporada ante el Benfica, pero ésta no fue suficiente para pasar del 0-0 en el Camp Nou y se jugará el pase en la última jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones, en la que deberá vencer en el inexpugnable Allianz Arena ante el Bayern de Múnich o esperar que el Benfica no sea capaz de batir al Dinamo de Kiev.
El lunes Xavi Hernández, con el traje de psicólogo puesto, le pidió cuatro cosas a su equipo: orgullo, espíritu de revancha, optimismo y tener presente que es el Barsa. Nada de eso falló este martes en el feudo azulgrana, pero la falta de efectividad de cara a gol fue un peaje demasiado caro.
'A rato verás un 4-3-3, a ratos un 3-4-3 o un 3-5-2', anunció Xavi en los prolegómenos del encuentro mientras en el césped del Camp Nou diluviaba como durante gran parte del resto del día para desespero de gran parte de los aficionados, descubiertos, en una nueva muestra de que la casa azulgrana ha quedado anticuada.
La lluvia, amiga de la épica, fue disminuyendo una vez iniciado el encuentro y entonces se pudo comprobar que el 3-4-3 que tan en práctica puso Xavi en el Al Saad también fue el dibujo de partida del conjunto azulgrana.
La solución de Xavi para completar la delantera titular fue el austríaco Yusuf Demir, que no jugaba de inicio desde el 23 de septiembre ante el Cádiz. Desahuciados en el banquillo se quedaron el fichaje más caro de la historia del Barça, Philippe Coutinho, y un señalado Luuk de Jong.
Precisamente Demir tuvo la primera ocasión de gol con un disparo fuerte y raso que obligó a estirarse a Odisseas Vlachodimos. Pero lo más positivo para el Barsa fue su intensidad, encarnada especialmente en Ronald Araujo y Nico González, y su efectivo juego de combinación, capitaneado por Sergio Busquets, que ahogaron a un Benfica que tardó en conectar con el gigante Roman Yaremchuk.
El Barcelona se acercaba una y otra vez al área del conjunto lisboeta, pero las dudas de Memphis Depay, la falta de puntería de Gavi (autor de un nuevo recital en el centro del campo) y el acierto de Vlachodimos ante Jordi Alba mantuvieron las tablas. Ante tal ofensiva, Nicolás Otamendi pidió una reacción a sus compañeros al borde de la media hora de juego.
Y a punto estuvo de ejercerla él mismo poniendo por delante a su equipo en el minuto 34 con un disparo dentro del área que rebasó la línea de gol después de golpear en el larguero. Pero el colegiado Sergei Karasev anuló el tanto porque previamente el balón había salido del rectángulo.
En la jugada anterior, Yaremchuk remató de cabeza ante Ter Stegen, que acalló algunas críticas recientes. La réplica azulgrana fue contundente. Partiendo desde la derecha, Demir ejecutó una parábola que se estrelló en la cruceta derecha de Vlachodimos cuando más de un aficionado azulgrana ya se había levantado de su asiento para abrir el cava.
El segundo tiempo se encaprichó en ser una réplica del primero y el Barça siguió hurgando en las flaquezas del Benfica sin suerte, sobre todo porque todo lo que no logró contener el centro del campo lisboeta lo desbarataron una y otra vez un imperial Otamendi y su escudero Jan Verthongen.
Si la mejor línea del Benfica fue la defensa, la peor del Barcelona fue el ataque. Y eso explicó el 0-0. Así, a falta de 25 minutos Xavi miró al banquillo para apostar por el renqueante Ousmane Dembélé.
Del delantero francés nació la mejor oportunidad azulgrana cuando acababa de suplir a Demir. Un centro suyo desde la banda izquierda lo remató de cabeza en carrera Frenkie de Jong y otra vez Vlachodimos evitó el tanto.
Pero el Barsa empezó a notar el cansancio del esfuerzo acumulado hasta entonces, incrementado por el hecho de que el delantero francés aún era el único jugador de refresco azulgrana cuando el Benfica ya había completado los cinco cambios.
En el minuto 84, una volea imparable de Araujo a centro de Jordi Alba pareció ser la recompensa a tanto picar piedra, pero cuando la euforia ya se había desatado en el Camp Nou el árbitro anuló el gol por fuera de juego.
Así, el Barsa se tuvo que conformar con un empate a cero, que estuvo a punto de ser una derrota cuando en la penúltima jugada Haris Seferovic falló un gol prácticamente a puerta vacía que le condena a sufrir en la última jornada para pasar a octavos de final.