Aclamado como si fuera un Jesucristo del fútbol por los acalorados aficionados croatas y en la orilla de su probable desaparición internacional, el incombustible Luka Modric rozó la supervivencia a un ultimátum en el que murió tras fallar un penalti, resurgió tras marcar en la siguiente jugada y falleció para siempre con el cruel tanto de Zaccagni en el minuto 98 que clasificó a octavos a Italia y eliminó al combinado balcánico (1-1).