En un mundo paralizado por la pandemia de la COVID-19, lo único que se está propagando con la misma velocidad del virus es la información falsa y malintencionada, que confirma una vez más que este momento, que la gran mayoría de personas enfrenta con ejemplarizantes valores de resiliencia, solidaridad, fortaleza y unidad, también está resultando propicio para quienes deciden emprender perversas cruzadas contra la verdad.

No hace falta realizar ninguna prueba para constatar que esta crisis de incalculables proporciones está sacando lo peor de los seres humanos.

La pandemia de las fake news que también está asolando al planeta deja ya una estela incalculable de noticias mentirosas que se propagan 10 veces más rápido que las informaciones verdaderas. Lo hacen con tal celeridad a través de las redes sociales que, a pesar de ser desmentidas, siguen causando un impacto devastador porque las personas no se enteran o no quieren enterarse de su naturaleza mentirosa y prefieren continuar compartiéndolas sin detenerse a verificar su autenticidad.

En Colombia, el Centro de Ciberinteligencia de la Policía ha detectado más de un centenar de noticias mentirosas relacionadas directamente con el coronavirus que van desde falsos anuncios del Gobierno hasta erróneas recomendaciones de salud y medicamentos fraudulentos, pasando por casos confirmados de contagios de figuras públicas como el que se viralizó del senador Álvaro Uribe. Están en todas partes, en medios de comunicación tradicionales y en portales independientes, pero principalmente circulan y perviven, sin ningún control, en redes sociales como Twitter y Facebook.

¿Cuál es la responsabilidad individual de quien reproduce como autómata este tipo de información falsa que induce a linchamientos morales en redes sociales o incluso a agresiones físicas como está ocurriendo con personas infectadas del virus y hasta profesionales sanitarios? ¿Cuántas personas una vez son conscientes del error, con madurez y sensatez, lo aclaran en sus redes sociales u ofrecen excusas por haber reproducido una falsedad?

En medio de esta difícil coyuntura sanitaria, social, económica y política es válido cuestionarse para saber de qué lado se quiere estar cuando pase la crisis que hoy demanda un enorme sentido común. La sociedad debe entender que el problema de las noticias falsas, rumores y engaños va más allá de un trino que se replica una y otra vez. El mundo afronta una gravísima amenaza que está erosionando las democracias a pasos agigantados y que genera complacencia en las mentes retorcidas e incendiarias de quienes apuestan por el miedo y la confusión para desestabilizar el ya convulso orden social. Odiadores perpetuos que con cada mensaje falso llaman al caos para obtener, a toda costa, su propio beneficio y mantener su pequeña parcela de efímero poder.

La transmutación de la humanidad que muchos pensadores ambicionan, luego de esta histórica circunstancia del coronavirus, también debe pasar por una profunda reflexión frente al acto de propagar las mentiras y engaños en redes sociales. Está en manos de cada ciudadano apelar a su pensamiento crítico para detener esta catarata de necedades y dejar de actuar como idiota útil al servicio de quienes juegan con sus emociones y sentimientos para que los ayuden a visibilizar sus mentiras, que muchas veces lo que buscan es hacer daño a una determinada persona, grupo social, sector político o económico. Vale le pena preservar una adecuada higiene informativa con fuentes creíbles y reconocidas en vez de tragar entero y reproducir, sin detenerse a valorar, la veracidad de una noticia o de un mensaje que cualquier persona da a conocer sin respaldo de una fuente reconocida.

Es una obligación ética y moral dejar de expandir tantas patrañas y embustes y entender que sólo la información veraz, comprobada y confiable, responsable y contrastada, garantiza la libertad de los ciudadanos.