Nunca en toda su historia Colombia ha tenido un presidente de izquierda. Gustavo Petro lo será a partir del 7 de agosto, tras recibir un indiscutible mandato popular. Su discurso garantista de no perpetuarse en el poder, respetar la Constitución y la propiedad privada, además de las nuevas alianzas políticas que fortalecieron el pluralismo en el interior del Pacto Histórico, resultaron lo suficientemente convincentes para indecisos, escépticos e incluso arrepentidos de último momento que antes de llegar a la meta se bajaron de la ‘rodolfoneta’. Manteniendo su esencia progresista, Petro movilizó a millones de ciudadanos hastiados del modelo tradicional que respaldaron este inédito giro que confirma el vigor de nuestra imperfecta democracia. La efectiva estrategia de remate de campaña que lo catapultó al triunfo también lo mostró como una figura conciliadora, capaz de abrazar la institucionalidad, moderar posiciones inquietantes, construir consensos y recuperar confianza para afianzar el diálogo y el entendimiento mutuo, vitales para devolver la esperanza a una nación adolorida.

En consecuencia, el camino de la paz, la justicia social y ambiental reafirmado por Petro en su primer discurso como presidente electo está más que señalado. Honrar el poder popular otorgado en las urnas por sectores, tan distantes como distintos, pero unidos por una misma ilusión tiene que ser el derrotero inquebrantable del próximo ejecutivo que encontrará en el sistema de pesos y contrapesos institucionales el necesario equilibrio para no perder el rumbo. Ahora que dejará de ser oposición para convertirse en gobierno, el cómo materializar las soluciones a las demandas históricas de los territorios pasa a ser un asunto crucial, sobre todo en el caso de ciudades como las del Caribe, que redoblaron su apuesta por el candidato del Pacto Histórico con muchos más votos que los obtenidos en primera vuelta.

El anuncio de un “gran acuerdo nacional” basado en diálogos regionales vinculantes es una buena noticia porque abre espacios, por un lado a la búsqueda de la paz y la unidad y, por otro, porque permitirá explorar salidas a persistentes problemas regionales o locales que el actual Gobierno le heredará. En la nueva visión de país será imprescindible echar la mirada atrás para abordar crisis que no dan espera. En nuestro caso, las insostenibles alzas en las tarifas de la energía eléctrica y la implementación de acciones para asegurar la navegabilidad del río Magdalena, luego de la fallida App que no contó con oferentes. Son muchas las cuestiones, unas más complejas que otras, que deberá atender el presidente Petro nada más llegar a gobernar, pero el drama de la navegabilidad del canal de acceso a la zona portuaria de Barranquilla, de la cual depende en gran medida su desarrollo económico tiene que estar en primera línea.

Pese al anuncio del presidente Iván Duque de reestructurar las vigencias futuras asignadas para la frustrada App, con lo que se asegurarían recursos para mantener el dragado y ejecutar obras prioritarias, el reducido tiempo que le queda causa escepticismo e incertidumbre entre los portuarios y gremios. No es en vano. Los descalabros que suma este proyecto, con el que nos han ‘bailado el indio’, son recurrentes. No se pudo concretar durante el período de Juan Manuel Santos y se teme que ahora corra la misma suerte en el del saliente Duque. Si es así, otra vez el futuro del río quedará en manos del próximo gobierno, es decir, en el de Gustavo Petro, a quien se le debe plantear el tema con urgencia.

Ni contando con una ministra de Transporte barranquillera, y a pesar del reiterado compromiso del presidente Duque con las obras para el Atlántico –en entrevista con este medio aseguró que antes de irse quedaría adjudicada la licitación– esta se pudo cerrar. Una vez más la ciudad ve frustrado, al menos a día de hoy, su anhelo de solucionar de fondo la crisis de navegabilidad de su canal de acceso y mejorar su competitividad portuaria, que es su vocación y razón de ser. La cuenta atrás ya empezó. Se acaba el tiempo para Duque, quien tiene en sus manos ser recordado como el mandatario que le dio independencia a Barranquilla para abanderar su futuro portuario. La historia de Petro apenas se inicia, pero en ella este capítulo aún no ha escrito una sola letra.