Explicaciones coherentes y lógicas ante la Fiscalía General de la Nación tendrá que dar la ex ministra del Deporte María Isabel Urrutia, por firmar decenas de contratos, con un valor superior a los $16 mil millones, en el breve lapso de 96 horas. Sin ir más allá, la ‘firmaton’, en sí misma, resulta curiosa e insólita. Pero las suspicacias e incluso, sospechas sobre irregularidades que se habrían cometido aumentan todavía más al conocerse el detalle de cómo y cuándo esta se produjo. Lo primero, ocurrió luego de que el presidente Gustavo Petro anunciara, la semana pasada, la salida del cargo de la exmedallista olímpica que, a diferencia de sus colegas de gabinete –también retirados por el jefe de Estado–, se quedó atornillada en su despacho para rubricar contratos, a diestra y siniestra. Lo segundo, lo hizo a altas horas de la noche y durante el fin de semana: firmó 175 el sábado y 77 el domingo, que la han situado en el ojo del huracán.

El asunto se estaba tornando tan extremadamente escandaloso que el propio Petro debió intervenir para zanjarlo de manera drástica, declarando insubsistente a la ministra que no quería irse. Una medida administrativa poco común, pero indispensable ante las presuntas anomalías que se estarían configurando y por las que la señora Urrutia deberá responder ante los entes de control que han desplegado actuaciones iniciales, como es el deber ser. El Gobierno se aparta para no compartir daños ni ser parte del estropicio que parece haber dejado su paso por el ministerio, a tenor de las “indelicadezas”, supuestamente detectadas. Hace lo correcto. Cuantiosos indicios dejan mal parada a la ahora exfuncionaria, que insiste, y tiene todo el derecho de hacerlo, en que no hubo malversación de fondos públicos o nada irregular, mientras niega la entrega de contratos por burocracia, tráfico de influencias o pago de favores políticos.

Versión que sostendrá, es lo que también ha dicho, además con pruebas, cuando las autoridades así lo requieran. Algo que la Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República estima que sucederá una vez se dé traslado a los entes de control del resultado de sus evaluaciones en el que no descartan desde posibles hallazgos fiscales hasta un presunto interés indebido en la celebración de contratos. Las primeras revisiones de los documentos en cuestión anticipan un descrédito preocupante en la gestión adelantada por Urrutia en el Ministerio del Deporte. En este lamentable contexto, como le precisó el secretario Andrés Idarraga a EL HERALDO, en la ‘firmatón’ sabatina y dominical se habría vulnerado el principio de contratación administrativa al “adjudicar y contratar dos veces el mismo objeto”, lo cual origina una responsabilidad penal para el ordenador del gasto, además de implicaciones civiles, disciplinarias y fiscales.

Queda claro solo con revisar el periodo en el que se suscribieron los contratos que la cosa proliferó desde el momento mismo en el que el presidente le puso fecha de caducidad a la presencia de Urrutia en el ministerio. Ella tendrá que demostrar si, como dice, actuó de manera escrupulosa en el cumplimiento de sus funciones. Se demandan acciones diligentes y sobre todo concluyentes para impedir que la sombra de la corrupción siga extendiéndose sobre este gobierno. Lanzar acusaciones temerarias sin fundamento no conduce a nada si no se adoptan decisiones de fondo. Tampoco el problema se resuelve formulando declaraciones grandilocuentes sin que se avance en derribar las estructuras de impunidad que rodean a los corruptores. La lucha contra esta lacra inherente a la condición humana, en especial cuando se refiere a algunos políticos tan devotos de negocios non sanctos, en los que con hábiles componedores articulan las más sofisticadas tramas, reclama un compromiso absoluto con la transparencia que también pasa por denunciar sin dilaciones a todo aquel que pretenda vivir del cuento con privilegios espurios. Igual en el sector público como en el privado. Esta sería una forma sensata de poner contra las cuerdas a tanto impresentable suelto que se cree invulnerable.