Barranquilla conmemora 210 años de historia reivindicando con orgullo sus orígenes, tan espontáneos como libertarios, que han marcado el carácter contestatario e irreverente de su gente. Sin quedarse anclada en su pasado inmortal encara un presente desafiante por las actuales dificultades e incertidumbres, resultado de sucesivas crisis económicas, sociales y ambientales, casi todas derivadas de la pandemia, mientras construye la hoja de ruta de su progreso, en especial para sus habitantes más pobres. Dejarlos atrás es moralmente inaceptable. Por eso, este aniversario resulta una ocasión propicia para acelerar el rumbo de su desarrollo sostenible.
Es un camino colectivo que convoca a trabajar de forma compartida y responsable en la generación de una verdadera calidad de vida para sus habitantes, asumiendo que no existen garantías de porvenir próspero para nadie si no se les aseguran a todos. Indudablemente, niños, jóvenes, población vulnerable por sus desigualdades persistentes o colectivos excluidos socialmente demandan un enfoque diferencial para cerrar sus brechas cuanto antes.
La inclusión debe ser una de las claves de esta ciudad reconocida históricamente por su esencia acogedora, empática y transformadora. Los nuevos retos son acuciantes en virtud del descontento de quienes sienten cómo sus expectativas de futuro se han visto reducidas de un tiempo para acá.
En medio del difícil año electoral en el que transitamos, sin sectarismos ni animadversiones políticas, pensando en una Barranquilla que sea sostenible, cohesionada y resiliente, tanto sus actores públicos como privados, de la mano de ciudadanos comprometidos que demandan ser tenidos en cuenta de forma permanente, tienen la posibilidad de formalizar más y mejores programas o estrategias para promover crecimiento económico, bienestar social y desarrollo ambiental.
Son nuevos tiempos en los que se requiere, más que nunca, de ambición y determinación para crear oportunidades. Pero, principalmente, consensos para viabilizarlos, lo cual no será sencillo en una coyuntura crítica en la que lo urgente le roba tiempo a lo importante.
Enfrentamos la era del cortoplacismo en la que urge resolver el día a día en todo sentido, lo que limita pensar con visión de futuro. Es un asunto de simple supervivencia, basado en creer que solo existe el ahora. También lo vemos en la manera de producir, consumir, usar y tirar.
Si en Barranquilla, como en el resto del mundo, deseamos progreso para todos, es imprescindible acelerar la transformación de nuestro modelo productivo apostando por verdaderos motores de desarrollo sostenible. No se trata de utopías ni quimeras. Por el contrario, son dinámicas creativas e innovadoras alineadas con la labor diaria de barranquilleros de todas las condiciones socioeconómicas que han empezado a dar pasos en la dirección correcta en sectores con un alto potencial, como la transición energética, la economía circular, la transformación digital, el turismo sostenible, la industria manufacturera de la salud o la economía del cuidado, entre otros.
En EL HERALDO, alineados con nuestro propósito de comprender y de sumar aportes, destacamos en la edición de aniversario de este domingo la labor innovadora de quienes con sus diferentes capacidades, ventajas y limitaciones son parte de procesos transformadores que alientan escenarios de crecimiento económico, inclusión social y sostenibilidad ambiental. Son pioneros en la agenda de la nueva Barranquilla que, sin duda, requerirá del Gobierno nacional y del Distrito considerables inversiones, aumento de gasto público, así como articular políticas, modelos de regulación o pactos fiscales, entre otras necesidades, para producir un ciclo de desarrollo que potencie una economía más eficiente, diversificada y productiva, capaz de generar empleo digno, mientras enfrenta el cambio climático, elimina brechas de género y reduce pobreza.
El futuro es ahora. Los cambios estructurales no llegan solos ni se dan por generación espontánea. Los motores de desarrollo sostenible e inclusivo son rutas posibles que nos sitúan en la impostergable senda del progreso económico, social, ambiental y tecnológico. ¿Te subes?