Junior dio todo. No ahorró esfuerzos, no economizó sudor. Se entregó con todo y en todo por tratar de conquistar la décima estrella, que venía siendo esquiva desde 2018.

A pesar de los pronósticos adversos, que veían tan imposible su clasificación a la final como una nevada en Barranquilla, ‘el Tiburón’ sacó a flote su casta y jerarquía para meterse en la final y lograr su título número 10.

No se echó a morir, no claudicó, no se rindió, siguió en pie de lucha hasta el final, como debe ser, y encontró una recompensa, muy justa aunque ahora muchas voces quieran soslayar su campaña y hablar de “merecimientos” y de “un torneo que premia la mediocridad”.

Mediocridad es pretender campeonar con hacer las cosas bien en solo una fase del torneo. En esta competencia el campeón debe clasificar entre los ocho primeros, imponerse en un cuadrangular semifinal y luego en una semifinal. Es un asunto cuantitativo, no cualitativo.

Así está establecido desde 2002, no es algo nuevo, pero cuando Junior resurge de las cenizas de los incrédulos, se pone sobre la mesa. El año pasado, cuando Nacional se coronó campeón en el primer semestre con una escuadra regular se habló de la jerarquía del cuadro verde, del peso de su camiseta, ahora que Junior consiguió el objetivo, más allá de las dificultades para clasificar entre los ocho, se debate si el torneo es mediocre.

No se queda con el trofeo el que “mejor juega”, según distintas opiniones, lo cual es bien subjetivo, tampoco el que tenga más tiempo efectivo de juego o cometa menos faltas, no, no señoras y señores, se juega al que logre vencer en las distintas fases, no en solo una.

Junior, con su entrega hasta el final, con esa capacidad de resurrección que le caracterizó (“¡A Junior tienes que matarlo!”, como decía Édgar Perea Arias), es merecedor de su décima estrella. La ganó en franca lid, sin favoritismos, que finalmente no aseguran nada.

Afortunadamente el fútbol es, como lo definía el periodista deportivo argentino Dante Panzeri, “dinámica de lo impensado”.

Qué aburrido sería que ganara siempre el que todos dan como favorito. Si todo fuese previsible, el fútbol sería monótono.

El mérito de Junior está en eso, en no creer los presagios externos, en escuchar su propia voz, su convicción, su fe, su deseo de salir adelante y hacer historia de su cuerpo técnico y sus jugadores.

¿Qué tal que Arturo Reyes se hubiese quedado con llegar a cerrar el campeonato tirando la toalla, resignado a no poder apagar el incendio que dejó ‘Bolillo’ Gómez? Nos hubiésemos perdido todo este carnaval que se ha vivido desde que Junior superó al Deportivo Independiente Medellín.

Gracias al samario y a su grupo de soldados, que se unieron y se comprometieron, Barranquilla festeja un nuevo título.

Al octavo trofeo de Titanes en la Liga de Baloncesto y el primer campeonato de Independiente Barranquilla en la Liga de Futsal, se suma la décima estrella de Junior.

El 2023 le sonrió al deporte profesional de la capital del Atlántico. Sin duda hay que agradecer a todos los campeones.