Que el Ejército de Liberación Nacional (Eln) anuncie su compromiso de suspender los secuestros extorsivos o con fines económicos, a partir del 29 de enero de 2024, era lo que los colombianos le exigían, de manera unánime, desde el inicio de las negociaciones de paz con el Gobierno de Gustavo Petro. Un clamor que fue mucho más enérgico, luego del episodio de Luis Manuel Díaz, padre del futbolista Luchito Díaz, quien estuvo 12 días retenido en contra de su voluntad por el Frente de Guerra Norte, en La Guajira. Un “error”, según admitió en esa oportunidad y en medio de la crisis que desencadenó el hecho, el comandante máximo de esta guerrilla, Antonio García.

Pues bien, ha llegado el momento de que reconozcan que todos, absolutamente todos, los secuestros también lo son, honren su palabra de abandonar esta deleznable práctica, considerada por el Derecho Internacional Humanitario como un crimen de guerra, y liberen cuanto antes a quienes tienen en su poder y que serían entre 26 y 30 personas, de acuerdo con las fuentes consultadas, entre ellas el Ministerio de Defensa o la Fundación Paz y Reconciliación

El Acuerdo de México, alcanzado durante el quinto ciclo de conversaciones, el más tenso de los sostenidos hasta ahora, supone un paso significativo por lo que encierra en sí mismo: la decisión del Eln de renunciar a los secuestros como forma de financiarse. Sin embargo, también abre interrogantes, igualmente, cruciales sobre qué alternativas se pondrán sobre la mesa para el mantenimiento de la guerrilla, bajo qué circunstancias se produciría el desembolso de recursos, a partir de cuándo y, algo clave, quién o quiénes aportarán el dinero. Asuntos que, con seguridad, se abordarán en el próximo encuentro de las delegaciones pactado para finales de enero en Cuba, donde debe quedar claro que toda subvención debe ser para la paz, no para costearles la guerra.

Coincidirá el nuevo ciclo con el fin del cese al fuego bilateral que se da por descontado se prorrogará, teniendo en cuenta el alentador rumbo que parece haber tomado la negociación, tal cual lo valoraron la Iglesia, la comunidad internacional, las organizaciones de derechos humanos y de víctimas. Desde luego aún no sabemos cómo se crearán las condiciones para materializar el acuerdo, pero lo deseable es que no surja ninguna sorpresa que tuerza el camino. A decir verdad, hasta ahora desde el inicio de los diálogos nada ha cambiado para bien en los territorios en los que hace presencia la estructura armada ilegal, no obstante si el Eln cumple con lo anunciado, abandona esta práctica proscrita y libera a todos los secuestrados de manera inmediata habrá reestablecido la confianza, insumo fundamental para consolidar a futuro su proceso de paz.

Hizo bien la delegación del Gobierno, encabezada por el alto comisionado, Otty Patiño, y la nueva jefa negociadora, Vera Grabe, en señalar límites inamovibles o fijar líneas rojas para conminar al Eln a renunciar al secuestro. Sin un compromiso real, como el asumido de manera pública en el acuerdo, habría sido prácticamente inviable seguir adelante, debido a las comprensibles resistencias de sectores de la sociedad civil que, en todo caso, aún guardan sus reservas. Con el paso de los días, sabremos si las tensiones o conflictos en la mesa, también en el interior de la guerrilla, se superaron y si el Comando Central (Coce) fue capaz de alinear a todos sus frentes en el mismo propósito de construir la paz, evitando la tentación de secuestrar a diestra y siniestra antes del plazo señalado. Si se arriesgan a hacerlo, minarán la confianza en el acuerdo, perderán su poca credibilidad y el país volverá a quedarse como Dante a las puertas del Infierno, resignados a abandonar toda esperanza en este proceso. Más bien, demuestren su voluntad de paz y sin más dilaciones devuelvan a los secuestrados al seno de sus familias para que pasen una Navidad feliz. Que este gesto, como el de alcanzar la paz, sea un acto “revolucionario”, como lo expresó Grabe.