Jaime Saade Coormane, el condenado violador y asesino de Nancy Mariana Mestre, está de vuelta en Barranquilla. 30 años han debido pasar para que se hiciera justicia en este aberrante caso. Incomprensible e indignante. Sí pero, a pesar de ello, su regreso es algo positivo. Sanador.

Triunfo de un solo hombre, de un padre coraje, Martín Mestre Yunes, a quien no le dio la gana de marcharse de este mundo sin ver metido en una cárcel al monstruo que mató a su niña, devastó a su familia y le arrebató la calma a su corazón. Bendito desasosiego que hizo de él un guerrero incomparable. Que ningún oportunista se venga ahora a colgar una medalla con indulgencias ajenas, no sean tan mezquinos ni traten de politizar una proeza que solo a él le pertenece. La historia dirá, luego, que gente buena, como la destacada abogada barranquillera Margarita Sánchez, al igual que otros juristas, amigas de Nancy Mariana, y una legión de ángeles, que seguramente ella le enviaba, lo arroparon cuando le faltaron las fuerzas, pero no mucho más. Demasiados barranquilleros hacemos parte de las generaciones que tres décadas atrás lloramos a la distancia, con Martín, su esposa Nancy Vargas, su hijo Martín Eduardo, y amigos de la familia, el reprochable asesinato de Nancy Mariana, de 18 años, quien agonizó nueve días en una uci, luego de recibir una bala en la cabeza. No dábamos crédito a que semejante infamia hubiera ocurrido en nuestra ciudad, mientras esta recibía con alborozo la llegada de un nuevo año, 1994.

Crecimos o nos hicimos mayores lamentando que ese atroz asesinato del que cada cierto tiempo volvía a hablar EL HERALDO, como lo hizo en septiembre de 2010 para retomar una historia extraviada ya en los anaqueles de nuestra frágil memoria, se dirigiera sin remedio hacia la absoluta impunidad. Es más, no faltaron los que asumieron como un hecho invariable o definitivo que Jaime Saade, quién sabe por qué o cuáles intereses, nunca llegaría a pagar por sus crímenes.

¡Qué catártico advertir ahora lo equivocados que estaban! Quizás, porque subestimaron la tenacidad de un hombre sereno, amable, también acucioso e imbatible, que nos enseñó con los años, treinta para ser más precisos, el verdadero significado de lo que es poseer una fe inquebrantable. Esa que produce milagros, como lo es encontrar al asesino de tu hija en una ciudad de Brasil tras buscarlo durante un cuarto de siglo como una aguja en un pajar o no rendirse cuando después de hallarlo una corte de ese país deniega su extradición, como sucedió en 2020.

Cuánto sufrimiento, cuánto dolor, debieron soportar los Mestre Vargas a lo largo de este tiempo. Primero, sin noticias; luego, con anuncios poco esperanzadores sobre la vuelta de Jaime Saade por el arraigo familiar, las raíces que, como Henrique Dos Santos, esposo, padre de dos hijos, en la actualidad adultos, y dueño de una lavandería de ropa, había echado en la bella Belo Horizonte.

En tono profético, hace casi 14 años don Martín escribía en las páginas de EL HERALDO una carta abierta al asesino de su hija Nancy, que remataba así: “No alcanzo a pensar cómo es tu andar por la madriguera en donde te escondes. Cómo miras a los ojos de tus hijos, con qué autoridad moral los guías o les enseñas. Qué les dirás mañana a tus nietos en el tabuco moralurbano donde coexistes. Si todavía tienes algo de dignidad, de hombría, de responsabilidad, de decencia, de vergüenza, por el respeto a los tuyos, entrégate”. Pero nunca lo hizo. En consecuencia, despojado de todo eso regresó a Barranquilla, como lo que es: un reo condenado, luciendo en sus muñecas, las esposas púrpura, distintivo reservado única y exclusivamente para los agresores de mujeres.

Jaime Saade abusó sexualmente y mató a Nancy Mestre hace más de 30 años, pero parece que el tiempo no pasara. Casi a diario en Barranquilla y el resto del Atlántico, registramos con desconcierto, indignación y, en particular, profundo desconsuelo, violaciones, crímenes y feminicidios, que son los asesinatos de mujeres por el hecho de serlo. Cada uno de estos lamentables sucesos que derivan en hechos informativos, porque es nuestro deber visibilizarlos en el propósito de sacudir conciencias, también nos corroboran que seguimos fracasando como sociedad para garantizar los derechos de niñas y mujeres, en especial, los de las víctimas de violencias de género. Estas se reproducen como plagas apocalípticas que aniquilan todo sin más.

No podemos ni debemos desfallecer. En la cruzada contra la violencia de género, no daremos un paso atrás. Han sido 30 años de información en EL HERALDO sobre un caso emblemático de búsqueda de justicia hasta publicar el titular más anhelado, el que tantas veces soñó don Martin, quien siempre nos ha inspirado a la luz de su determinación para encontrar la verdad: Jaime Saade está de vuelta en Barranquilla para pagar por su crimen. Nancy Mariana descansa en paz.