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 'Lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer', afirmó el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Tenía cinco años y aquel 'poder' le abrió al mundo, le permitió 'viajar en el tiempo' y salir de Cochabamba, la localidad boliviana donde vivía. 

'Aquello me enriqueció y, sobre todo, me hacía gozar. La lectura ha sido el gran placer de mi vida; de hecho, no hubiera resistido el confinamiento sin ese placer de la lectura'.

El escritor recogió esta tarde el Premio Eñe, uno de los galardones 'más humildes', según lo calificaron Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo de Bellas Artes, y el presidente de PhotoEspaña y director de la editorial La Fábrica, Alberto Anaut, ‘alma mater’ del festival que lo concede.

En el evento, caracterizado por ser un encuentro de escritores, libros y lectores, que este año cumple su duodécima edición básicamente ‘online’, Vargas Llosa conversaba esta tarde con el periodista español Jesús Ruiz Mantilla, director de la edición 2020 del Festival Eñe, con el asunto de fondo de la escritura sobre la utopía y la distopía.

En esa charla, Vargas Llosa reconoció que es un escritor 'muy inseguro', y que cuando empieza una novela está 'generalmente muy perdido en las ideas' que tiene al respecto. La verdad —aseguró— nunca empieza hasta que no tiene muchas fichas, esquemas de lo que quiere, porque es lo único que le da seguridad.

'A medida que avanzo me va creciendo la seguridad, poco a poco, pero al principio creo que no va a salir', señaló.

También confesó que 'generalmente', sus novelas 'arrancan siempre de alguna experiencia personal que, por alguna razón misteriosa, toca una fibra que dispara la imaginación', que lo hace crear un pequeño argumento, así que cree que todas sus novelas han nacido así.

Cuando escribe, dice, lee menos, porque es 'muy organizado, muy ordenado' y está convencido de que 'no se puede escribir novelas como poesía (...),. exigen una disciplina y una continuidad, una asiduidad'.

Vargas Llosa reconoció la influencia de su madre en la vertiente erótica de su obra, ya que le prohibió leer el libro que ella tenía en su mesilla y que no era otro que '20 poemas de amor y una canción desesperada', de Pablo Neruda.

'Me prohibió, me dijo, no son poemas para un niño, y por eso fue lo primero que hice: leerlo. Recuerdo que había un verso, 'mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar al hijo del fin de la tierra' que me hizo sospechas que allí había pecado', rememoró sonriendo.

El escritor fue merecedor del Premio Eñe por su trayectoria, por su compromiso y su voz rebelde, dijo Anaut, quien además le pidió que no coloque este premio 'en la misma estantería que los demás, sino en tu corazón'.