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Duendes y diablos envueltos en leyendas y un hermoso paisaje coloreado por verdes montañas y montes nevados vieron hoy nacer al Museo del Tren en la estación El Boliche, a unos 60 kilómetros al sur de Quito, una de las paradas andinas del ferrocarril ecuatoriano, que avanza en su proceso de recuperación.

Se trata de un centro interpretativo ubicado en la provincia de Cotopaxi y en el que se recuerdan mitos y leyendas que se han tejido con el pasar de los años alrededor del tren y la zona donde se implantó el museo, pequeño en tamaño pero rico en cultura.

El frío de la zona amaina al ingresar en los dos vagones de carga, de 13 metros de largo por 2,60 de alto, convertidos en museo, donde nada más entrar y a media luz aparecen carteles y fotografías sobre leyendas que explica una guía antes de pasar al segundo vagón, sumido en completa oscuridad.

Una grabación acompaña a los visitantes en su andar sobre un piso que simula las rieles de un tren en un recorrido por otra leyenda pintada en las paredes del vagón y cuyas imágenes aparecen con la iluminación sincronizada que realiza la guía con una linterna.

El gerente general de la empresa pública Ferrocarriles de Ecuador, Eduardo Carrera, indicó que el centro interpretativo sirve como espacio de difusión cultural y para promover el uso y disfrute del patrimonio ferroviario.

Además del museo, en la estación de El Boliche, a los pies del imponente volcán Cotopaxi, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) también ha colaborado con proyectos vinculados al fortalecimiento e impulso de negocios inclusivos para apoyar el desarrollo de las comunidades locales.

La AECID opera con esos proyectos en los tramos Durán-Yaguachi; Machachi-El Boliche y Alausí-Sibambe, con una inversión superior al millón de dólares desde 2012, en beneficio de más de 4.000 personas tanto en capacitación como en mejora de infraestructura básica y generación de negocios inclusivos.

El director de Cooperación de AECID para América Latina, Rafael Garranzo, agradeció a Carrera la posibilidad de acompañar a Ecuador en el tramo de la estación de El Boliche.

'Este proyecto nos gusta especialmente porque aúna muchas cosas: recuperación del país por sus ciudadanos a través de la recuperación de su patrimonio cultural y natural, que puede hacerse, a su vez, con un impulso económico', dijo.

Garranzo, que indicó que la AECID ha apoyado con consultorías, capacitación de personal y entrega de materiales, comentó a Efe que estos proyectos dan a las comunidades 'una ventana de oportunidad productiva' y pueden generar riqueza al tiempo de recuperar parte de su patrimonio cultural y natural.

Precisamente, a sus 29 años, Liliana Toaquiza aprovechó la rehabilitación del tren con un grupo de su comunidad para implementar en la estación de El Boliche el Café del Tren, con el que financia sus gastos e incentiva a su comunidad para desarrollarse.

También le parece una 'oportunidad de intercambiar pensamientos, experiencias' y de 'tener otras visiones' para progresar junto con la comunidad, de la que adquiere productos y a la que incentiva para mejorar su calidad.

Su hermana Nancy, representante legal de la Asociación Valle del Sunfo, que tiene este emprendimiento en la estación del tren, recuerda que tenía 20 años cuando fundó el grupo y ahora, cinco años después, 25 personas trabajan en el Café del Tren.

Califica de 'espectacular' el cambio pues empezaron con una olla, una cafetera y mesas no adecuadas para un restaurante como el que tienen ahora, en el que atienden a los turistas también con gastronomía local. 'Hasta ahora no hemos salido en pérdida', dice como balance de sus actividades.

La música y la danza también están presentes en la estación, donde se promueve la cultura, según contó a Efe la directora del grupo de danza 'Niño Jesús de Praga', Patricia Caiza, quien a sus 35 años goza de volver a escuchar el silbato del tren en los zigzagueantes andes ecuatorianos.

Ese pitido es también ahora para ella, una inspiración para los quince niños que integran su grupo de danza y orquesta, por lo que asegura que el asunto rebasa lo económico y tiene a la cultura como una locomotora que arrastra vagones de progreso turístico y desarrollo social, entre otros.