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París. Los representantes a la sociedad civil en la cumbre medioambiental de París pidieron ayer a los negociadores encargados de forjar un acuerdo universal contra el cambio climático que se sitúen a la altura de la grandilocuencia mostrada por los 150 líderes mundiales en sus discursos de inauguración de la COP21.

'Los líderes han hecho muy buenas propuestas, pero no veo que los negociadores estén haciéndoles caso. Tienen que escuchar más a sus líderes', resumió ayer el responsable del Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo, Saleemul Huq, desde París, donde 196 países buscan un pacto para limitar 2 grados centígrados el aumento de la temperatura del planeta.

Las ONG temen que el entusiasmo generalizado de la jornada inaugural de ayer encalle en una negociación que se supone será áspera, pues cuesta menos pedir un mundo más ecológico que traducir esas buenas palabras en esfuerzos políticos tangibles, especialmente entre las grandes potencias.

'Hay 106 países que están de acuerdo en que se limite el aumento de las temperaturas a 1,5 grados centígrados. Si esto fuera una democracia, ganarían. Lo que pasa es que no son los más ricos ni los más poderosos.

Aceptamos los 2 grados centígrados y sabemos que es muy difícil. Pero lo difícil no es imposible', agregó Huq ante los medios, representando la voz de las ONG ecologistas.

No están de acuerdo

Esas organizaciones no participan en las negociaciones oficiales, pero gravitan alrededor de las salas plenarias y despachos donde los técnicos nacionales juegan al tira y afloja con un documento inicial muy abierto que debería cristalizar en un primer texto provisional el próximo sábado.

De los varios bloques que están sobre la mesa (reducción de gases contaminantes, infraestructuras que mitiguen sus efectos, diferenciación entre países ricos y pobres o mecanismo periódico de revisión), el principal obstáculo está en la financiación, una vez que China y Estados Unidos han abierto la puerta a que el acuerdo sea jurídicamente vinculante.

Los países pobres exigen a sus vecinos ricos -que se desarrollaron sin restricciones medioambientales- que financien su crecimiento bajo en emisiones de efecto invernadero.