Madrid. El presidente español en funciones Mariano Rajoy, inauguró este miércoles la ronda de contactos para formar un nuevo Ejecutivo con el rotundo 'no' del socialista PSOE, que rechazó apoyarle y tratará de explorará 'todas las opciones' para formar Gobierno sin tener que llegar a celebrar nuevas elecciones.
El rechazo socialista de hoy a Rajoy hace casi inviable su reelección como presidente del Gobierno español y también que su partido (PP, centroderecha) consiga los apoyos necesarios para formar un nuevo Ejecutivo.
En las elecciones del domingo, el PP logró 123 escaños, frente a los 90 de los socialistas (PSOE), 69 de Podemos y 40 de Ciudadanos, en un Congreso formado por 350 diputados, en el que la mayoría absoluta está fijada en 176 y el resto de escaños lo ocupan fuerzas nacionalistas y minoritarias de izquierda.
Aunque Rajoy se siente legitimado para formar Gobierno como grupo mayoritario, los socialistas creen que las urnas castigaron a su partido con 3,6 millones menos de votos menos (y 63 escaños de diferencia) respecto a los comicios de 2011.
Según el PSOE, el Parlamento tiene ahora una mayoría de fuerzas progresistas que el nuevo gobierno debe reflejar.
Por eso, el líder socialista, Pedro Sánchez dijo hoy que su partido explorará 'todas las opciones' para que España cuente con un Gobierno de cambio sin tener que llegar a convocar nuevas elecciones, un temor que se impone debido a la falta de consenso entre los partidos.
En este sentido, Sánchez pidió que el nuevo Congreso refleje la 'pluralidad' de las urnas y solicitó a Rajoy que sea un socialista el que presida la Cámara, cuyo principal órgano de gobierno será elegido el próximo 13 de enero.
Está previsto que el Parlamento español se constituya ese día y poco después, el rey Felipe VI llamará a los dirigentes políticos para proponer un candidato a jefe del Ejecutivo.
Si en un plazo de dos meses después de la primera votación de investidura ningún candidato consigue mayoría, los españoles tendrán que volver a las urnas.
Ante este escenario, Rajoy proseguirá el lunes su ronda de contactos con los líderes de los dos partidos emergentes, Podemos (izquierda) y Ciudadanos (liberales centristas), tercera y cuarta fuerza política en el parlamento, respectivamente.
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, propuso hoy a PP y PSOE alcanzar un 'acuerdo de mínimos' entre los tres partidos, con el objetivo de arrancar la legislatura, y garantizar la estabilidad económica y la unión de España, acompañada por una hoja de ruta reformista.
Rivera excluyó de este hipotético pacto a Podemos, ya que considera que el mismo se ha 'autoexcluido' de la negociación, tras referirse a un referéndum en Cataluña como una de sus líneas rojas para negociar posibles pactos de gobierno.
La cuestión catalana y el envite soberanista impulsado por una serie de partidos del Parlamento catalán, está afectado a las negociaciones para formar un nuevo gobierno.
Mientras que PP, Ciudadanos y socialistas rechazan cualquier tipo de referéndum, Podemos lo incluyó entre sus promesas electorales y ahora lo considera una de sus condiciones para alcanzar un pacto, lo cual impide una alianza con los socialistas.
La posibilidad de que Pedro Sánchez aspire al Gobierno con una coalición de izquierdas cuenta con este obstáculo y, aunque lo superara, todavía necesitaría el apoyo de fuerzas nacionalistas y minoritarias de izquierda del Parlamento, una complicada fórmula que encuentra resistencia incluso dentro del propio PSOE.
La hipótesis de una hipotética alianza PP-PSOE sería probablemente la más respaldada por el mundo empresarial y económico, pero encuentra la dificultad de que no sería entendida con facilidad por todos los votantes socialistas.
'Frente a aquellos que trazan líneas rojas nosotros vamos a tender puentes', insistió hoy Sánchez, que hizo un llamamiento al resto de fuerzas políticas para que respeten los 'plazos y los procedimientos de la democracia'.
El encuentro mantenido hoy entre el líder socialista y el popular es el primero desde que Sánchez acusara a Rajoy en un debate de campaña de 'no ser decente' por los casos de corrupción en su partido, y Rajoy le llamara 'ruín, mezquino, miserable y deleznable', un cruce de descalificativos impuso el tono bronco en campaña.