La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, presentó este jueves sus últimos alegatos en el proceso que le puede costar el cargo y soportó un bombardeo de preguntas de senadores que piden su destitución y que, según sus palabras, sabían a 'injusticia'.
Rousseff compareció ante el Senado por primera vez desde que, el 12 de mayo pasado, se instauró el juicio político y fue suspendida del cargo, asumido por su vicepresidente Michel Temer, quien seguirá en el poder si ella finalmente es destituida esta misma semana.
Al presentar sus alegatos finales, Rousseff pronunció un denso y sereno discurso, en el que también apeló a lo emocional y en el que solo por momentos se le quebró la voz
Insistió en su inocencia; negó de cabo a rabo las irregularidades fiscales que le achaca la acusación y aseguró que, en el ejercicio de su mandato, cumplió con rigor con el 'compromiso de defender la Constitución' y las leyes.
Dijo que sentía 'el gusto amargo y áspero de la injusticia' y avisó a los senadores que luego la interrogarían que no esperaran de ella el 'obsequioso silencio frente a los cobardes que pretenden atentar contra el Estado de Derecho'.
En su discurso y en el interrogatorio posterior, por momentos pareció dar por perdida la batalla y hasta se refirió en pasado a su gestión de Gobierno, como cuando repasó las mejoras sociales que 'se alcanzaron y ya no podrán continuar'.
También pareció entregada cuando denunció que el país está 'a un paso de un golpe de Estado' y manifestó su temor a la 'muerte de la democracia'.
Sin embargo, tuvo algunos momentos para la resistencia y llegó a espetarle a un senador que dio por hecho su destitución que no la condenara antes de tiempo.
'No me condene de antemano, porque eso es una afrenta al derecho del debido proceso', le respondió al senador socialdemócrata José Aníbal Peres, quien le insinuó que podía haber renunciado y evitar así el 'trauma' del juicio.
Cuando habían transcurrido las primeras diez horas de preguntas, para las que se inscribieron 51 de los 81 senadores, solo 33 habían participado, por lo que se calculaba que la audiencia se prolongaría hasta entrada la madrugada de este martes.
Rousseff, quien llegó hoy al Senado arropada por su antecesor y padrino político Luiz Inácio Lula da Silva, respondió con serenidad y sostuvo una y otra vez que su 'lucha' no es por un mandato, ni por vanidad ni poder, sino por 'la democracia, la verdad y la justicia'.
Sus argumentos, los mismos que ha repetido desde que comenzó el proceso, no parecieron persuadir a los senadores convencidos de que las maniobras fiscales que se le atribuyen violaron la Constitución y tienen como pena la pérdida del mandato.
Ante cada muestra de desconfianza, Rousseff insistió en la tesis del 'golpe', volvió a proponer un plebiscito para que la sociedad se pronuncie sobre un anticipo de las elecciones previstas para 2018 y hasta dijo que puede recurrir a la Corte Suprema si el Senado se decanta por su destitución.
Eso, pese a que la audiencia era dirigida por el presidente del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski, quien estaba sentado casi a su lado y actúa como garante constitucional de un proceso que está al filo de acabar.
Una vez que concluya el interrogatorio, se abrirá en el Senado un espacio de debates y, entre martes y miércoles, se prevé que será realizada la votación que finalmente decidirá la suerte de la mandataria.
Rousseff perderá su cargo si así lo decide una mayoría calificada de 54 votos, que representan los dos tercios de los escaños y que, a tenor de los discursos de los senadores, parece estar consolidada.
En varias de sus intervenciones, Rousseff agradeció el respaldo que ha recibido de los movimientos sociales, que sin embargo casi no fueron vistos hoy en Brasilia, donde se habían convocado marchas en favor de la mandataria y 'contra el golpe'.
Al caer la noche, apenas unas mil personas se habían congregado para apoyar a Rousseff en los alrededores del Senado.
También hubo pequeñas protestas en otras regiones del país, en la mayoría de los casos sin incidentes, salvo en Sao Paulo, donde hubo algún choque entre policías y manifestantes que además de 'condenar el golpe' gritaban 'Fuera Temer'.