Los candidatos del PT en sendas ciudades, respaldados públicamente por los exmandatarios, quedaron fuera de la disputa electoral en la primera vuelta de los comicios, que tuvo lugar el pasado 2 de octubre.
En Sao Bernardo do Campo, municipio del cinturón industrial de Sao Paulo, la batalla electoral se disputa entre Orlando Morando, candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y Alex Manente, del Partido Popular Socialista (PPS).
La derrota del PT en Sao Bernardo supuso un duro revés para la formación debido a que la localidad no solo es la ciudad en que el partido fue fundado, sino que además es el fortín electoral y la residencia de Lula.
En Porto Alegre, la capital del estado de Río Grande do Sul donde vive Rousseff, los candidatos que se disputan la alcaldía en el segundo turno son Sebastião Melo, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), y Nelson Marchezan Júnior (PSDB).
Todos ellos pertenecen a partidos que respaldaron el proceso que el pasado 31 de agosto llevó a la destitución definitiva de Rousseff, quien fue sustituida por el que fuera su vicepresidente, Michel Temer.
A pesar del trasfondo político, fuentes del instituto Lula atribuyeron la ausencia del exmandatario a su edad, ya que en Brasil tan sólo es obligatorio votar antes de los 70 años -y el expresidente tiene 71-, mientras que Rousseff se encuentra en Belo Horizonte visitando a su madre.
El presidente Michel Temer tampoco acudió a las urnas, aunque por otra razón: su ciudad, Sao Paulo, escogió al alcalde en una inesperada primera vuelta.
La alcaldía de la mayor ciudad de Brasil recayó en manos de Joao Doria (PSDB), un millonario empresario que se considera a sí mismo como 'un apolítico' y un 'gestor'.
Con una abultada mayoría, Doria desterró al actual alcalde y exministro Fernando Hadad, pupilo de Lula y a quien el expresidente respaldó a lo largo de toda la campaña electoral.
La derrota en Sao Paulo reflejó el descalabro vivido por el PT, que cosechó sus peores resultados en los últimos 20 años, salpicado por los escándalos de corrupción, la destitución de Rousseff y la fragilidad de la economía brasileña.